MARTIROLOGIO     

                             
                              

 

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Carta abierta a José Ignacio Munilla

Obispo de San Sebastián

 

 

Cuando tenemos la suerte de tratar con “agua limpia que anima y nos enseña a caminar en la verdad, que nos impulsa a la esperanza, que nos ayuda a creer que otra iglesia es posible”, nos sorprende que a ese “agua” se le califique de “sucia” y si esas palabras salen del pastor que esperábamos defendiera a sus ovejas, las amara como son y uniendo sus diferencias y experiencias, ayudara a formar un “rebaño” con miembros diferentes pero en comunión, cuando eso es así, el dolor es más profundo y la esperanza se nos hace muy difícil.

 

Somos un grupo de personas, amantes de la iglesia de Jesús, de muchos lugares de España, de la península y de las islas, laicos, casados y solteros, religiosos y religiosas, creyentes y buscadores de la fe. Nos hemos dado cuenta de la fuerza que nos viene de la Palabra de Dios, de Jesús de Nazaret y nos reunimos en comunidades en nuestros barrios y parroquias, experimentamos días de retiros y ejercicios espirituales, queremos encontrar al Dios Padre-Madre que nos salva y da la vida, que nos lleva a salvar y dar  vida.

 

En ese caminar nos ayudan personas concretas y una de ellas Joxe Arregui, hasta ahora franciscano y presbítero, y gracias a usted en el exilio de lo que es su vocación y de la llamada que Dios le hizo y le sigue haciendo, aunque ahora tenga que realizar su camino de otra manera. Con él hemos aprendido a contemplar y admirar la tierra que Dios nos ha dado, vamos aprendiendo a no quedarnos con los brazos cruzados y buscar la verdad y comprometernos, como Jesús de Nazaret con los más necesitados, los últimos, los marginados. Hemos descubierto a Dios en la vida diaria, no como algo lejano sino como presencia, como Espíritu que fortalece “luz verdadera del Padre, fuente del mayor consuelo”.

 

Nos surgen muchas preguntas:

 

·         ¿cómo puede una persona elegida por la iglesia para ayudar y acoger como Jesús, expulsar a un hermano?

·         ¿cómo puede una persona llamada a ser presencia del Padre expulsar a un hijo?

·         ¿cómo puede un “buen” pastor dejar que se pierda e incluso empujar para que caiga una oveja de su rebaño porque esa oveja quiera descubrir o descubra otros caminos, explore los montes y bosques, busque pastos nuevos…, cómo puede hacer eso un pastor ”bueno”?

·         ¿se equivocaba Jesús cuando acogía a los pecadores, a la pecadora, a los fariseos de noche porque tenían miedo como Nicodemo, a los apóstoles que dudaban, a los que buscaban los primeros puestos, a los enfermos expulsados fuera de la sociedad, a quien le negó, a quienes le acusaron, le vendieron, le condenaron, le mataron, a los ladrones…?

·         ¿se confundió Jesús o es que era exagerado su empeño en estar gozoso de lo que descubrían sus discípulos… los expulsaría hoy Jesús por eso, tendría miedo a perder poder, se enfadaría porque los que le seguían descubrían la maravillosa experiencia de Dios-Padre-Madre...?

·         ¿a qué tenemos miedo?

 

José Ignacio, Monseñor o como usted prefiera, ¿no puede usted disfrutar con que haya seguidores de Jesús que descubran y nos ayuden a descubrir, la presencia de Dios en nuestra vida diaria, la verdad de su ternura y compasión, la certeza de que perdonar, aún al enemigo, es bueno, la seguridad de que esos descubrimientos no le van a quitar a usted, ni a nadie, el poder, ni la categoría? ¿no prefiere usted ser un pastor bueno, sencillo, que acoge y une las fuerzas de todos, los descubrimientos de todos, con tal de que gocemos del amor infinito del Padre?

 

Cuando queremos en nuestra vida gozar con el Dios que nos salva, duele profundamente, que los mismos encargados de animarnos en esa experiencia, nos confundan y hagan sufrir tanto.

 

Sí, Monseñor, la humildad es necesaria, pero no sólo en las simples ovejas, también en los pastores si quieren ser como Jesús, buenos. Sí, Monseñor, la humildad es la verdad (nos lo enseña la Iglesia) una verdad que sólo es absoluta si es Dios mismo, pero lo demás, su verdad, la nuestra, siempre es humana y abierta a errores, sólo Dios es la Verdad y una verdad que goza con que nosotros, sus pobres seguidores queramos conocerle cada día más y mejor y no teme nuestras equivocaciones, las endereza.

 

No somos “agua sucia”, somos pequeños manantiales, también Joxe y otros, a quienes ama Dios y va llevando nuestras sencillas y débiles corrientes al manantial, al río infinito de su conocimiento, de su amor.

 

Con el respeto y afecto dolorido de quienes queremos a la iglesia “santa y pecadora” pero donde el Señor Jesús nos acogió y queremos permanecer

 

Septiembre 2010

 

 

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D.N.I.                              

 

 

 

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