Los diálogos derivaron en interrogatorios
Entrevista con José
Arregi
Tras
el atormentado grito profético de hace unos días en nombre
de la santa libertad de los hijos de Dios, el teólogo
franciscano José Arregi repasa los sentimientos que
le provoca la decisión de su obispo, monseñor José
Ignacio Munilla, de desterrarlo.
¿Puso todo de su parte para restablecer las relaciones
rotas con monseñor Munilla?
Tras mi primera entrevista con él, aquí en Aránzazu, creo
que en el mes de febrero, en un primer momento soñé,
efectivamente, que juntos pudiéramos reconducir la situación
y entablar un diálogo franco y libre. Y me presté a ello
gustoso, y me pareció que el obispo se prestaba también con
muy buena voluntad. Me invitó a cenar a su casa y allí me
propuso fechas y temas de diálogo.
¿Se sometió a un escrutinio con el obispo?
Munilla no me planteó nada de eso en ningún momento, ni a
mí se me pasó por la cabeza. Yo pensaba que iban a ser
simplemente diálogos abiertos sobre temas teológicos y
morales. Yo le reclamé "un lugar en la Iglesia también para
mi error", si error fuera. Luego, a medida que se
desarrollaron los diálogos -dos largas sesiones de dos horas
y media cada una-, fui viendo que eran en realidad
interrogatorios e indagaciones, y le dije claramente que en
esas condiciones no merecía la pena.
¿Qué es lo que no le perdona el obispo: que haya
descubierto lo de la carpeta "Mafia" y/o que lo haya hecho
público?
No fui yo quien lo descubrió ni quien lo hizo público, pues
era ampliamente conocido en la diócesis cuando yo lo supe.
No quiero pensar que lo de ahora sea una pura represalia por
aquello, pero creo que, de alguna forma, aquello de entonces
es determinante en esto de ahora.
¿Qué sintió al enterarse de que le había llamado "agua
sucia"?
Sinceramente, no recuerdo haberme sentido ofendido por eso.
Después me ha hecho reír bastante. Pero tienen razón
aquellos que se indignan de que el obispo quiera enviar las
aguas sucias de aquí a América. Eso no se hace.
¿Espera el apoyo del clero donostiarra?
Sé que la inmensa mayoría me apoya, independientemente de
que esté de acuerdo o no con mi teología. Pero no espero
declaraciones de apoyo. Si se dan, las agradeceré, pero no
quiero de ninguna manera estar pendiente de eso, y, en
cualquier caso, yo no promoveré ni colaboraré en ninguna
iniciativa.
¿La justicia y la conciencia están, lógicamente, por encima
de la obediencia debida al obispo?
La justicia es infinitamente más que mi conciencia, eso lo
primero. Al igual que la verdad es infinitamente más que mi
insignificante perspectiva. Pero creo que es mi deber buscar
la justicia y la verdad de acuerdo a mi conciencia Por lo
demás, así lo ha enseñado siempre la Iglesia. La conciencia
es sagrada, y por eso mismo debe también ser muy humilde,
buscadora, dialogante.
Lo más probable es que, al final, usted tenga que irse
desterrado a América, tal y como exige monseñor Munilla.
¿Aceptará el castigo?
No se me pasa por la cabeza que nadie me destierre, ni que
yo pueda aceptarlo. Entre otras cosas, porque si aquí hago
daño, también lo haría allí donde fuera. Tendría que ir a
alguna isla deshabitada. Eso podría ser maravilloso, pero
no, no será así.
¿Le ha convertido monseñor Munilla en el chivo expiatorio
por no sentirse aceptado ni querido en la diócesis?
Sinceramente, no me siento chivo expiatorio. Si acaso, soy
uno más en la infinita muchedumbre de cristianos y
cristianas que, en Guipúzcoa y en el mundo entero, con
responsabilidades o sin responsabilidades eclesiales, sufren
la cerrazón, la intransigencia y en última instancia el
miedo patológico de la actual jerarquía eclesiástica.
Y de ningún modo juzgo y condeno a Monseñor Munilla en
persona. Estoy seguro de que él, con su propia historia y
personalidad, lo hace desde la mejor voluntad. Y también él
sufre. Todos somos víctimas de unas estructuras eclesiales
clericales, autoritarias, antidemocráticas, y de una
teología medieval que chirría y es insostenible en el siglo
XXI.
José Manuel Vidal
20 de junio de 2010
Religión Digital