DIOS NO HACE AL HOMBRE
Ha de
hacerse humano entre los humanos.
No queráis
hacerlo cristiano antes de que sea humano
El ser
humano no nace terminado de las manos de Dios, ni sale terminado
del vientre de su madre. No nace hecho. Tiene que hacerse. Nace
im-perfecto. Un bebé es una incógnita, un proyecto. O mejor, una
aventura peligrosa, pero bellísima. Sólo al Dios Amor se le ha
podido ocurrir semejante disparate: poner en circulación una
criatura inteligente y libre, cuyo final dependerá también de
ella misma.
De ahí
que, enseguida, cuando caiga en la cuenta de que no está
terminado, sentirá pánico. Nadie sabe cuál será el final de su
historia. Ni él mismo. Ese niño crecerá al elegir. Llegará a ser
individuo cuando ejercite la inquietante riqueza de su
libertad. Ese niño trae consigo una maravillosa posibilidad: ser
humano en plenitud. Y hasta podrá parecerse a Dios Padre.
También
podrá romperse, o quedarse a medio camino. Perder las
coordenadas de su grandeza y de su pequeñez. Creerse lo que no
es. No aceptar lo que es. Sumarse a la masa de ególatras que
nunca encontraron su razonable plenitud humana, por el único
camino posible: la fraternidad.
Ese niño,
recién nacido, al que besa su madre, guarda la posibilidad de
acabar como un hermano de los hombres o como un animal carroñero
y solitario. Podrá llegar a ser una persona: pobre, rico, listo,
simple, pero humano. O quedarse en el camino como espiga
tronchada.
Bien
merece que la comunidad le respete, lo cuide y le ayude. Ese
pequeño necesitará toda la ayuda de la sociedad, todo el
aliento. Lo que nunca necesitará será el sermón moralizante y
amenazador, la cantinela barata que acreciente su miedo y su
grieta de insatisfacción. Sentimientos de miedo y “culpa” que
podrían convertirse en el mejor sistema para hundirlo.
Cuando ese
niño comience a ser adulto, tendrá que decidir si aceptar a Dios
o rechazar a Dios. Tendrá que incorporarse a los demás, o
idolatrarse a sí mismo.
Ese es el
bautismo. Y su decisión tendrá que ser pública, en sociedad,
como hombre integrante de la comunidad humana. Una comunidad en
la que intervendrá para aumentar la amargura, o sembrar
estrellas y sueños.
El niño,
como todo lo que es vida, viene de la Fuente de la Vida. Pero
Dios no lo hace humano. Ha de hacerse humano entre los humanos.
No queráis hacerlo cristiano antes de que sea humano.
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