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REPRESIÓN DEL PUEBLO INDÍGENA

DE LA AMAZONIA PERUANA

 

 

 

Las poblaciones nativas de la Amazonía

 

Los pueblos amazónicos han sido históricamente olvidados por el Perú oficial y occidental; pero recientemente sufrieron una violenta represión por oponerse a una serie de leyes impuestas por el gobierno de Alan García -socialdemócrata-, que amenaza con quitarles sus tierras para entregárselas a las empresas trasnacionales.

 

El enfrentamiento entre policías e indígenas se concentró en el territorio habitado por los alguarunas y los huambisas, de las etnias awajún y wampis, ambas pertenecientes a la familia de los jíbaros.

 

La familia de los jíbaros, cuya mayoría está formada por alguarunas, cuenta con aproximadamente 60.000 miembros y es la más numerosa entre las trece familias nativas de la Amazonía peruana.

 

Originarios de la Amazonía, habitan ancestralmente la zona selvática de la cuenca del río Amazonas que está entre Perú y Ecuador.  Viven de la agricultura como medio de subsistencia, de la caza, de la pesca y la recolección; su actividad comercial es muy reducida. Son un pueblo guerrero, que a lo largo de la historia ha resistido numerosos intentos de invasión.

 

Si bien todas las tribus son guerreras, las más aguerridas son los aguarunas y los huambisas. Otras poblaciones amazónicas fueron diezmadas durante la conquista española, pero ni los incas ni los españoles lograron nunca conquistar sus territorios, ubicados en las zonas altas de la selva.

 

La explotación del caucho a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX esclavizó a los indígenas amazónicos y produjo la muerte de más de 50.000, pero los aguarunas y huambisas no permitieron que los caucheros entraran en sus territorios.

 

Tanto aguarunas como huambisas son implacables cuando se trata de defender su territorio y es lo mismo que están haciendo ahora frente a la amenaza de ingreso de las trasnacionales al amparo de las leyes que Alan García quiere imponer. 

 

Para los pueblos amazónicos, la vida está estrechamente ligada a la selva, a la tierra, al bosque, a los ríos. A diferencia de Occidente, para los indígenas amazónicos los dioses no están en el cielo, sino en el bosque, en los ríos. Por esta razón, contaminar el agua de los ríos o destruir los bosques no sólo es afectar la vida de los indígenas, sino también es matar a sus dioses.

 

Para estos pueblos primitivos, que a lo largo de la historia han sido marginados y masacrados, ésta es una lucha por la vida, además de una lucha de reivindicación histórica.    

 

Más del 70% de la Amazonía está dividida en concesiones para la exploración y explotación petrolera y de gas. En los últimos años, cerca del 75% de la Amazonía peruana ha sido subastada a petroleras y empresas gasíferas, y rara vez los indígenas han sido consultados.  

 

En los primeros meses del año 2005, el área afectada por las explotaciones petroleras era tan sólo del 15%. En la actualidad se encuentran activos alrededor de 70 pozos petrolíferos, de los cuales el 20% están ubicados en zonas protegidas y otro tanto en reservas territoriales creadas para proteger pueblos en aislamiento voluntario.

 

En 2008, Perú produjo cerca de 50 millones de barriles de crudo de petróleo y para 2011 el gobierno peruano plantea ser autosuficiente en lo que respecta al petróleo. Alrededor de 100 compañías mineras están a cargo de unos 600 proyectos en el Perú.

 

Las poblaciones indígenas de la zona norte se han convertido en víctimas de la destrucción ocasionada por la tala ilegal de madera noble, y corren el riesgo de ser diezmadas por enfermedades contra las que carecen de inmunidad.

 

El origen del conflicto.

 

Las protestas que tienen a los indígenas como protagonistas se producen en rechazo a una serie de Decretos Legislativos dictados por Alan García en 2008, en uso de las facultades especiales que le otorgó el Congreso y en el marco del proceso de implementación del Tratado de Libre Comercio entre Perú y Estados Unidos.

 

Las comunidades indígenas sostienen que esas normas “son lesivas a sus intereses”, puesto que permiten la “privatización de los bosques y recursos hídricos”. Bajo esos argumentos iniciaron la protesta, que incluía cortes de carreteras, cierre de válvulas de gasoductos y bloqueo a la navegación en los ríos.

 

Desde el Gobierno explican que esa legislación “ordena” el manejo de los recursos naturales y preserva áreas para los indígenas. También aclaran que “la inversión privada extranjera es necesaria para el Perú a los fines de que el país pueda crecer y desarrollarse, siempre que se respete la legislación vigente”.   

 

Uno de las normas dictadas por Alan García y cuestionada por los indígenas es el Decreto Legislativo 1.090, que establece pautas para el manejo de los recursos forestales.

 

El Gobierno garantiza 12 millones de hectáreas para las etnias amazónicas, más otros 15 millones de hectáreas destinadas a reservas ecológicas.

 

Los indígenas sostienen que dicha legislación autoriza la venta a manos privadas de 45 millones de hectáreas de superficies boscosas que pertenecen al Estado y que son explotadas mediante un régimen de concesiones y constituyen el hábitat de muchas comunidades nativas.

 

Ya han comprometido inversiones millonarias en la región diversas multinacionales petroleras y de hidrocarburos, como la anglo-francesa Perenco, la norteamericana ConocoPhillips, la canadiense Talisma Energy, la brasilera Petrobrás, la argentina PlusPetrol y la española Repsol, por nombrar sólo algunas.      

 

Estas concesiones traerían aparejada la inmediata destrucción y devastación de los bosques nativos, con el consiguiente deterioro medioambiental, ya que al eliminar lo que queda de la selva amazónica, considerada como el “pulmón del planeta”, se perdería la capacidad de fijar dióxido de carbono -causante del calentamiento global- y de producir oxígeno.

 

Otra de las normas cuestionadas faculta al Gobierno central a otorgar permisos de extracción de los recursos naturales sin necesidad de contar con la aprobación previa de las comunidades locales, en flagrante violación a lo que establecen…

 

  • el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo: “los pueblos indígenas anteceden a la conformación del Estado y por lo tanto deben ser consultados mediante procedimientos apropiados… cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente”

 

  • la Declaración sobre Derechos de Pueblos Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas

 

  • las leyes nacionales, tal como ha sido reconocido por la Defensoría del Pueblo y la Comisión Multipartidaria del Congreso del Perú.          

 

 

Cronología de una matanza anunciada  

 

Noviembre de 2007: El presidente de Perú, Alan García, escribe en el diario local “El Comercio” dos artículos periodísticos donde dice:

 

“…el principal recurso del país es la Amazonía, de 63 millones de hectáreas y abundante lluvia. En ella se puede hacer forestación maderera a condición de poseer la propiedad (de la tierra), es decir, un terreno seguro de 5.000, 10.000 ó 20.000 hectáreas, pues en terrenos de menores extensiones no hay inversión formal de largo plazo y de alta tecnología. Hasta ahora existen solo las concesiones que dependen de la voluntad del Gobierno y del funcionario que puede modificarlas.

 

Por eso nadie invierte ni crea un puesto de trabajo por cada dos hectáreas de tierra como debería ser; ni hay elaboración de la madera ni exportación de muebles. En su mayoría, esas concesiones rapiña sólo han servido para sacar la madera más fina, deforestar y abandonar el terreno.

 

Por el contrario, la propiedad formal por grandes empresas colectivas como los fondos de pensiones permitiría hacer inversiones de largo plazo, desde la siembra hasta la cosecha años después.

 

Los que se oponen argumentan que no se puede dar propiedad en la Amazonía, pero ¿y por qué sí en la costa y en la sierra? Dar propiedad de grandes lotes daría ganancia a grandes empresas, pero al mismo tiempo crearía cientos de miles de empleos formales para peruanos que viven en las zonas más pobres. Es el perro del hortelano”.

 

En estas declaraciones no se hace ninguna mención a los pueblos indígenas que habitan esas zonas.

 

12 de diciembre de 2007.  El presidente Alan García pide al Congreso facultades para legislar en temas referentes al Tratado de Libre Comercio  (TLC) firmado entre Perú y EE.UU. En un gesto de obediencia, el Congreso otorgó el 19 de diciembre de 2007 esas facultades al presidente García, por el término  de 6 meses.

 

28 de junio de 2008. A pocos días antes de que termine el plazo para legislar, Alan García produce una serie de Decretos Legislativos, en su mayoría relacionados con el Tratado de Libre Comercio, como por ejemplo el Decreto Legislativo que permite comprar, con el acuerdo de tres personas, toda la propiedad de la comunidad.

 

Agosto de 2008. Los pueblos indígenas, organizados en la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), que agrupa a 1.350 comunidades nativas, iniciaron paros y movilizaciones contra esos decretos. La Defensoría del Pueblo presentó una demanda de inconstitucionalidad contra ése y otros Decretos Legislativos.  A raíz de todo ello, el Congreso deroga el Decreto Legislativo 1015, al tiempo que promueve la constitución de una Comisión Especial para evaluar los restantes decretos.

 

Diciembre de 2008. La Comisión Especial creada por el Congreso presenta su informe, pero dado que los congresistas estaban de vacaciones, se posterga su presentación.

12 de marzo de 2009. La AIDESEP envía cartas al Poder Legislativo y al Ejecutivo recordándole cuál había sido su compromiso.

 

9 de abril. Considerando que ya ha transcurrido un tiempo prudencial sin que el informe haya sido presentado al Congreso, pese a las cartas de advertencias, los líderes de las comunidades nativas acuerdan iniciar la paralización, restringiéndola al interior de sus comunidades.

 

20 de abril. El poder Ejecutivo se compromete a formar una Comisión Multisectorial con la AIDISEP, bajo la condición de que las poblaciones indígenas levanten el paro.

 

24 de abril. El gobierno promete enviar el informe de la Comisión Especial -el mismo que debió ponerse a debate el 1º de febrero- una vez que dicho informe sea aprobado por la junta de portavoces. Esta junta no aprueba su pase a plenario. A consecuencia de ello, varias otras comunidades nativas se unen al paro.

 

9 de mayo. Atento a esa situación, el gobierno declara el estado de  emergencia para los distritos amazónicos de cinco regiones del Perú. Según la Constitución nacional, el estado de emergencia puede ser declarado en caso de perturbación de la paz o del orden interno, de catástrofe o de graves circunstancias que afecten la vida de la Nación. Sin lugar a dudas, ninguna de esas condiciones se estaban dando para declarar el estado de emergencia.  

 

11 y 13 de mayo. Se llevan a cabo reuniones entre Alberto Pizango, el dirigente máximo de la AIDESEP y un representante del gobierno, sin llegar a ningún acuerdo. El dirigente indígena reivindica el derecho de los nativos a la insurgencia.

 

16 de mayo. Alan García declara ante la opinión pública que “la selva es de todos los peruanos y no solo de un grupo”, desconociendo que muchos pueblos tienen título de propiedad desde los años 70. Ese mismo día los dirigentes indígenas anuncian que sus protestas se llevarán a cabo dentro del Estado de Derecho.

 

19 de mayo. La comisión del Congreso declara inconstitucional el Decreto Legislativo 1090, conocida como Ley Forestal y de la Fauna Silvestre. Su derogatoria debería ser debatida por el pleno del Congreso.

 

4 de junio. El debate de la derogatoria es suspendido a iniciativa de los legisladores oficialistas, hasta que la Comisión Multisectorial remita un nuevo informe sobre los decretos cuestionados. Ese mismo día, la Defensoría del Pueblo presenta una demanda de inconstitucionalidad del Decreto 1064 por considerar que vulnera los derechos constitucionales de propiedad de la tierra y de consulta previa de los pueblos indígenas.      

 

5 de junio. El Día Mundial del Medio Ambiente, pese a que los indígenas actúan en reivindicación de sus derechos humanos, en defensa de su territorio y de su derecho al diálogo con el Gobierno Central, el gobierno de Alan García, tras once largos meses de postergar el tratamiento de los Decretos Legislativos y tras 56 días de movilización amazónica, desata una represión sangrienta en Bagua Grande, la zona de la Amazonía en conflicto:

 

A las 5:30 de la mañana, 639 efectivos de la Dirección Nacional de Operativos Especiales, más personal de las Fuerzas Armadas, utilizando gases lacrimógenos, tanques y helicópteros artillados, levantan la protesta, atacando sin previo aviso a unos 4.000 indígenas awajún-wampis que a esa hora se encontraban durmiendo, operación que dejó decenas de nativos muertos, heridos y desaparecidos, más algunos policías fallecidos.  La persecución indiscriminada de esas comunidades duró día y medio.

 

El Centro Pastoral en la Casa de las Hermanas Trinitarias de Bagua Grande informa por ejemplo que allí se encuentran refugiados unos 700 nativos, careciendo de noticias sobre el resto de los pobladores, a muchos de los cuales se les considera en paradero desconocido o desaparecidos.

 

Fuentes no oficiales bien informadas relatan que la situación es lamentable y que al menos ha habido 60 muertos entre los indígenas. Buena parte de los cadáveres habrían sido arrojados al río, otros calcinados. Algunos yacen en los cerros cercanos, pero no hay posibilidad de levantarlos ni reconocerlos ante el bloqueo de las fuerzas públicas.

 

 

8 de junio. Se hallan 15 cadáveres de indígenas peruanos a la orilla de un río, en las cercanías del lugar donde ocurrieron los hechos de violencia.

 

Las comunidades indígenas solicitan que se dé a conocer la verdad de lo que ha sucedido, pues la prensa desplazada al lugar de los hechos no está haciendo su trabajo con objetividad.

 

Además es necesario que se garantice el retorno en condiciones de seguridad de los refugiados -pertenecientes a 64 comunidades- a sus lugares de origen.

 

Por su parte, el sacerdote Casinaldo Ramos, párroco de la localidad de Bagua Grande, informa de la existencia de una fosa con cadáveres de indígenas, aunque sin precisar el número de cuerpos.

 

Amnistía Internacional ha mostrado su “profunda preocupación por la situación en la Amazonía peruana. En el mismo sentido se han expresado otras diversas ONG. La Amazon Watch, comprometida con los derechos de los pueblos indígenas, ha denunciado que la Policía peruana está haciendo desaparecer cadáveres de nativos con el fin de minimizar el número de víctimas en los violentos disturbios ocurridos en Bagua. Según esa organización, numerosos testigos oculares han confirmado que fuerzas especiales de la Policía se deshacen de los cadáveres de nativos arrojándolos al río Marañón, incluso desde helicópteros, y en otros casos los queman para impedir su identificación.

 

En un comunicado que firman más de 60 organizaciones internacionales condenan “la violencia contra los pacíficos indígenas peruanos” y hacen “un llamado (a las partes involucradas) para que establezcan un diálogo de buena fe para prevenir una mayor escalada de violencia”…”El trágico desarrollo de estos incidentes pone en evidencia que ignorar los derechos de los pueblos y su participación en los procesos que afectan sus tierras y medios de vida puede resultar en serios conflictos sociales y políticas fallidas”. 

 

Por su actitud de denuncia, diversas ONG han sido acusadas por el presidente García de “haber incitado a la violencia”, y se está analizando la posibilidad de restringir los fondos provenientes del exterior destinados a ellas.

 

Una de las organizaciones denunciadas, la Survival International, ha respondido que “Más que alarmarse por las actividades de las ONG,  las autoridades peruanas deberían mostrarse muy preocupados por cómo los acontecimientos de los últimos días han afectado a la reputación internacional del Perú, que está por los suelos”.

 

¿Quién emitió la orden de reprimir?

 

A fin de que las protestas indígenas no pasaran a mayores, los policías apostados en la Estación Nº 6 de la empresa nacional Petroperú en Bagua Grande, zona principal del conflicto, suscribieron un acuerdo de no agresión con los nativos.

 

Sin embargo, el pacto se rompió cuando otro contingente de efectivos, al mando del Jefe de la Dirección de Operaciones Especiales, General  Muguruza, con conocimiento del Ministerio del Interior, emprendió una operación de desalojo de la carretera que pasa por allí y arrasaron con los indígenas que la mantenían controlada.

 

Al comprobar que eran atacados, los indígenas que se encontraban en las cercanías de la Estación Nº 6 comenzaron la contraofensiva: procedieron a desarmar y maniatar a los policías que estaban en el lugar.

 

Según el testimonio de varios policías sobrevivientes, “hasta ese momento todo marchaba bien porque los indígenas dialogaban constantemente con el comandante y se respetaba el acuerdo de no agresión. Todo cambió a las ocho de la mañana del viernes 5 de junio: nos rodearon centenares de indígenas, pero no ofrecimos resistencia porque las bajas indígenas habrían sido muchas. Nos despojaron de armas y equipamiento y nos trasladaron a un local comunal. Los indígenas nos condenaron al sentirse traicionados”.

Los indígenas, cuando supieron que sus hermanos de raza habían muerto, decidieron vengarse ajusticiando a 22 policías.

 

Para algunas fuentes, los nativos muertos no han sido menos de 40; para otras, más de un centenar.

 

El gobierno ha intentado minimizar las causas y consecuencias de la represión policial a los indígenas de Amazonía. En lugar de dar explicaciones convincentes, aclaratorias y condenatorias de los hechos, se limita a justificar la masacre de tantos indios.

 

En un comunicado, Alan García dijo que “Perú está sufriendo una agresión subversiva contra la democracia”. Según Alan García “las protestas son una conspiración antiperuana, alentada por gobiernos competidores -por la explotación de petróleo, gas y minerales-”.

 

En otra de sus intervenciones, el jefe de Gobierno ha justificado la brutal arremetida en contra de los indígenas peruanos, señalando que “no son ciudadanos de primera clase. No vamos a sobreponer los intereses de estos indígenas por encima de los de 28 millones de ciudadanos”. El presidente calificó a los manifestantes indígenas de “salvajes”, “bárbaros” e “ignorantes”

 

El desconocimiento de lo que significa para la población indígena la tierra, ha llevado al gobierno a desconocer de trágica manera los derechos ancestrales de cada una de las etnias y culturas originales de nuestro continente.    

 

Una victoria para los indígenas peruanos

 

El 17 de junio, García dio un mensaje al país admitiendo que el gobierno había cometido errores en su trato con los indígenas y dijo que había que “volver a empezar”. Al día siguiente el Congreso anuló las llamadas “leyes de la selva”, que hubieran facilitado la entrada de las transnacionales, por una abrumadora mayoría de 82 votos a favor, doce en contra y dos abstenciones.

 

El movimiento indígena llamó a sus bases a terminar la huelga y desbloquear las carreteras. Los nativos comenzaron a replegarse.

 

Golpeados y todavía conmocionados, los indígenas celebraron en silencio su victoria. En Bagua, epicentro de la represión contra los nativos amazónicos, nadie salió a las calles a celebrar el triunfo. La mayoría de los indígenas han regresado a sus comunidades, selva adentro, pero algunos permanecen en Bagua, reclamando por los detenidos y los desaparecidos. Entre ellos se respira un ambiente de desconfianza y temor.

 

“Hemos ganado, nos sentimos triunfadores, pero es lamentable que el gobierno, que pudo haber solucionado esto antes, haya esperado que se dé tanta violencia, que haya habido tantos muertos, para derogar estas leyes”, dijo el presidente del comité del paro amazónico.

 

Con la decisión del Congreso quedó sellada la mayor derrota política del presidente Alan García desde que asumió el poder, hace tres años. La protesta indígena y la reacción en contra de la represión policial lo dejaron aislado y enfrentado a un creciente movimiento social que se multiplicó por todo el país, y no tuvo otra alternativa que retroceder. Fue el propio gobierno el que le pidió al Congreso que se anularan las leyes. La convulsión social que tenía jaqueado al gobierno no le dejó al presidente García otra salida que retroceder.

 

Con la anulación de las leyes se reanudará el diálogo entre los representantes de las comunidades nativas, que reúnen a unos 300.000 pobladores, y el gobierno. Pero ese diálogo no será fácil. La primera exigencia de los indígenas será el cese de la persecución contra sus principales dirigentes, cerca de veinte, que tienen orden de captura.

 

 

 

José Luis Aníbal Battellino

y el Consejo editorial del Boletín Hombre Nuevo

 

Córdoba, Argentina

jlanibal@arnet.com.ar