Felicitación Navideña
DESDE BELÉN DE JUDÁ
(La firma “José, Carpintero de Nazareth”)
A nuestros familiares de La Humanidad.com
Queremos compartir con todos vosotros, y si posible
fuere con el universo entero, nuestro inmenso gozo y
el de los ángeles que entonaron el gloria del
venturoso acontecimiento, en la carpa estrellada de
Belén.
La cosa no fue fácil, como ya sabéis: overbooking en
la villa y… portazo al canto en cuantas posadas
demandamos acogida. Improvisado paritorio de
urgencias en una humilde cueva de pastores; un padre
en funciones de solícita partera; y luego, aunque
con desmedido retraso, tres Magos de Oriente
–bastante “desorientados” por cierto- desmañados
para adivinar por donde andaba esa noche la
estrella: ¡Qué falta de profesionalidad!
Más compasivos fueron con nosotros el buey y la mula
que, con generosa paciencia y desmedido celo,
hicieron horas a destajo sin contrapartida salarial
de pienso alguno. La calefacción animal de su
templado respirar funcionó a pleno rendimiento y
satisfacción nuestra, en el establo.
No sabemos lo que será de este niño el día de mañana
pero a María, que guarda todas estas cosas en el
corazón, le da el pálpito que va a ser algo grande:
por ejemplo, plenamente divino por plenamente
humano. Así todos le podrán imitar y sentirle
muy próximo, como le estamos sintiendo nosotros.
A este respecto, no os dejéis seducir por las
maravillas que Lucas y demás cronistas de la época
han relatado de él y del evento. El amor es ciego y
casi todos se han empeñado en narrar la
manifestación de signos extraordinarios, similares a
los atribuidos a decenas de personajes famosos que
le precedieron en los anales de la historia. Lo
importante aquí no es el relato sino el meta-relato
-perdón por el exabrupto-: no el signo sino lo
significado, lo que quiere decir el signo.
(Disculpad estas últimas disquisiciones, pero las he
aprendido a hilvanar cuando, en mis días de obligado
paro en la carpintería, me pregunto por el sentido
de mi trabajo y de mi vida).
En cuanto a la futura profesión de nuestro hijo, a
mí me gustaría que continuara la tradición familiar
en el taller que tenemos montado en Nazareth. Pero
me da que no se va a contentar con trabajar como yo
en la madera y en alguna que otra emergencia de todo
orden en casa de nuestros convecinos. Posiblemente
no se resigne a los quehaceres domésticos y más bien
se apunte al nobilísimo oficio de artesano de
hombres. Diseñará patrones de vida que él
implantará en la suya, y todos podrán copiar y
desplegar luego. Serán modelos abiertos que, a
partir de pautas de valor universal, cada uno podrá
replicar en formato de la época y cultura que le
haya tocado vivir. Yo he podido comprobar que los
romanos no visten igual que nosotros los judíos y,
sin embargo, sus indumentarias les sientan
igualmente bien.
Os deseamos toda la felicidad que nuestro
primogénito nos ha traído a nosotros. Y nos place
muy mucho compartirla con todos vosotros, con
vuestros familiares y con cuantas personas de buena
voluntad -que sin duda lo son todas- existen en el
mundo entero.
También os deseamos que descubráis dentro de
vosotros la misma filiación divina que Jesús
descubrió dentro de sí -¡qué reveladora epifanía!-,
identificándose con el Dios de nuestro padre Abraham
y con el de todos cuantos, desde que el mundo es
mundo, le han rendido amor –disfrazado de temor a
veces- admiración y pleitesía. Pues está claro –y en
esto discrepamos de nuestros antepasados
profundamente los tres- que Dios lo es de todos o no
lo es de ninguno.
(Observación:
Estas ideas las saqué de mis reflexiones personales
al leer la Biblia. Espero que también a vosotros os
dejen pensar libremente y no suceda como aquí en la
sinagoga, donde los sacerdotes no toleran que te
apartes ni un ápice de lo que ellos dicen. En menos
que canta un gallo te mandan al Sheol. Ya sabéis, al
infierno).
Un día de éstos llevaremos al niño al Templo. Somos
fieles judíos y nos gusta seguir nuestras
tradiciones. Como les gusta a los de Samaria y a los
de todos los pueblos seguir las suyas.
Le llamaremos Yeshúa, que en arameo quiere decir «Yahvéh
es Salvación»: porque Dios salva a todas sus
creaturas en el mismo acto –un acto eterno- en que
los crea. También a nuestro pequeño Yeshúa, en cuyo
nombre y en el nuestro os felicitamos efusivamente,
entrañables humanos, tan singulares fiestas.
Un cordial y ecuménico abrazo a todos desde Belén de
Judá.
Vicente Martínez