NATIVIDAD   

                             
                              

cristianos siglo veintiuno
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RETIRO de ADVIENTO

 

 

Ahora que en nuestro mundo de hoy y en nuestra vida aparecen con más claridad las debilidades, las fisuras, las limitaciones, etc., ahora viene Jesús a decirnos que hay caminos, que podemos reorientar nuestras fuerzas, que hay posibilidad de ahondar y de ser creyente en el Reino, que la fraternidad es más posible que nunca.

 

Ahora es cuando Jesús nos dice que siempre es buen tiempo para seguirle, que siempre hay posibilidad de disfrutar de su presencia, que siempre podemos crecer en adhesión.

 

Se nos pide, pues, el viejo "renacer de nuevo" de Juan 3. ¿Diremos, como Nicodemo, que es muy hermoso el reto pero imposible? Habría que borrar ese vocablo. Porque la imposibilidad está, tal vez, en nuestros miedos, en nuestras comodidades, en nuestro no querer complicarnos, en la dificultad para lanzarnos a la piscina de lo nuevo.

 

Podríamos enfocar el Adviento de este año como una llamada no a esperas ya acaecidas, sino como tiempo para desvelar la oportunidad que llama a nuestras puertas.

 

Lucas 13, 6-9

 

Entonces dijo esta parábola:

 

"Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló.

 

Entonces dijo al viñador:

 

-         He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?

 

Entonces él le respondió diciendo:

 

- Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás."

 

 

Este hermoso poema de José Jiménez Lozano remeda el texto evangélico de la higuera:

 

Diez años esperó que el árbol seco

floreciera de nuevo.

Diez años con el hacha aguzada y temblorosa,

pero el árbol sólo exhibía sus desnudos brazos,

la percha de la urraca y de los cuervos.

Cortóle al fin, y,

de repente, vio su corazón verde,

borbotón de savia; un año más,

y hubiera florecido.

 

Diez años esperó, una larga espera.

El árbol está llamado siempre a florecer. Lo suyo no es acabar en leña para fuego sino en flor de novedad.

El árbol sólo exhibía sus desnudos brazos: darlo todo por perdido, caer en el pozo del desaliento.

De repente, vio su corazón verde: porque siempre quedan posibilidades, soluciones, caminos abiertos, puertas que se franquean. Borbotón de savia, latido de un corazón vivo. Posibilidad de trasmitir vida.

Un año más, y hubiera florecido: el lamento inútil de quien ha malgastado la posibilidad que tenía en su haber, la fuerza que anidaba en su debilidad.

 

 

En el viaje de Jesús a Jerusalén hace éste un fuerte juicio sobre lo que ocurre en su tiempo: Israel está siendo esquilmado por una "higuera", símbolo de la institución legal. No tiene salida, es estéril y esteriliza al pueblo: no produce fruto y, además, roba a la viña la savia que necesita.

 

Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone.

 

El viñador interviene, la misericordia se vierte sobre la debilidad. La prórroga y los cuidados dejan abierta la puerta a la posibilidad. Es aún posible que dé fruto en el futuro. Dios da muchas oportunidades. Tiempo suficiente para poder dar un giro.

 

La parábola habría de producir ánimo, coraje, afán por encarar las situaciones de debilidad sabiendo que siempre hay posibilidades.

 

¿Cómo hacer del Adviento ese tiempo bueno para descubrir la oportunidad que Jesús pone incansablemente en nuestra vida?

 

Es preciso que vayamos cambiando las bases éticas. ¿Cuáles son estas bases?

 

Tradicionalmente han estado asentadas sobre el parámetro bondad-maldad. Así se nos ha enseñado siempre: rodéate de buenos y huye de los malos. Pero la vida nos ha hecho ver que ni los buenos lo son tanto como dicen, ni los malos tanto como decimos. Por eso, tales bases éticas son equívocas.

 

¿Y si la base ética fuera la simple dignidad que lleva a la innegociabilidad de la persona? Tal ha sido la base ética de Jesús, tal como aparece en todas las páginas del Evangelio. Él se ha entregado a la persona porque, más allá de sus comportamientos morales, la ha considerado digna, fruto del amor creador del Padre. Por eso, no exige conversiones previas sino ánimo e ilusión para seguirle.

 

 

Este sería un Adviento nuevo basado en un encuentro nuevo con Jesús. ¿Cómo ha de ser este encuentro? Vamos a decirlo con un párrafo de Jon Sobrino que se pregunta qué es lo que realmente impactaba y puede impactar hoy de aquel Jesús histórico.

 

"De Jesús impactaba la misericordia y la primariedad que le otorgaba. Nada hay más acá ni más allá de ella, y desde ella define la verdad de Dios y del ser humano.

 

De Jesús impactaba su honradez con lo real y su voluntad de verdad, su juicio sobre la situación de las mayorías oprimidas y de las minorías opresoras, ser voz de los sin voz y voz contra los que tienen demasiada voz, e impactaba su reacción hacia esa realidad: ser defensor de los débiles y denuncia y desenmascaramiento de los opresores.

 

De Jesús impactaba su fidelidad para mantener honradez y justicia hasta el final en contra de crisis internas y de persecuciones externas.

 

De Jesús impactaba su libertad para bendecir y maldecir, acudir a la sinagoga en sábado y violarlo, libertad, en definitiva, para que nada fuese obstáculo para hacer el bien.

 

De Jesús impactaba que quería el fin de las desventuras de los pobres y la felicidad de sus seguidores, y de ahí sus bienaventuranzas.

 

De Jesús impactaba que acogía a pecadores y marginados, que se sentaba a la mesa y celebraba con ellos, y que se alegraba de que Dios se revelara a ellos.

 

De Jesús impactaban sus signos -sólo modestos signos del reino- y su horizonte utópico que abarcaba a toda la sociedad, al mundo y a la historia.

 

Finalmente, de Jesús impactaba que confiaba en un Dios bueno y cercano, a quien llamaba Padre, y que, a la vez, estaba disponible ante un Padre que sigue siendo Dios, misterio inmanipulable".

 

Este nuevo Adviento ha de buscar nuevos caminos de experiencia vibrante y llena con Jesús.

 

Una experiencia nueva de comunidad

 

Esa nueva experiencia tiene una clave: apertura. Toda clase de apertura: ideológica, de casa, de corazón, de proyectos. La manera de encontrar identidad ha sido, en otras épocas, el cerrarse sobre lo propio, el cultivo de los valores exclusivos, la creación de certezas desde lo distinto. Pero, por muchas razones, ha llegado la hora de tratar de encontrar identidad en lo común, en la colaboración, en la participación, en la unidad de lo diverso.

 

Podemos todavía comprendernos y vivirnos como un lugar de fraternidad, de acompañamiento. Saliendo de nuestros territorios, preguntándonos por lo que transmitimos, enrolándonos en lo de todos, aprendiendo a no dirigir siempre.

 

Una visión innovadora de la misión

 

La misión arranca de una adhesión a la persona por el amor que le tienen Jesús y el Padre. Si esa visión no anima el trabajo de misión, tendremos el peligro de caer en un funcionariado.

 

Nuestras comunidades cristianas están llamadas a mostrar en modos "tocables" que Dios es sólo amor. Es preciso vivir un estilo de vida y de fe que hablen de un Dios del que uno se puede fiar. Habrá que reforzar estas certezas en el silencio del Adviento.

 

Una manera nueva de situarse en la sociedad

 

Quizá hasta ahora nos hemos situado y nos han situado como gente religiosa, peculiar, especial. Pero eso nos aleja del patio de vecinos que es la vida corriente.

 

¿Puede haber otra manera de situarse? Sí, como ciudadano cristiano que intenta vivir el seguimiento en comunidad y cree que la ciudadanía y la fe no están en colisión, que es posible vivir su ciudadanía en el marco y paradigma del Evangelio.

  

Adviento, encarnación, la áspera e interesante certeza de un Dios que acompaña en modos humanos nuestro caminar.

  

Fidel Aizpurua

 

 

(es un extracto: si desea disponer del texto completo,

escriba por favor a info@feadulta.com)