ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

                               cristianos siglo veintiuno
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Oraciones para la eucaristía

 

LA VIRTUD DE LA SENCILLEZ

(DOMINGO 33 TO)

 

ANÁFORA

 

Nos unimos ahora, Padre Dios, en esta acción de gracias

a las muchas comunidades cristianas dispersas por el mundo.

Juntos todos bendecimos tu nombre

y proclamamos que eres un Dios bueno y amoroso.

Te damos las gracias por ser como eres.

Creemos que estás en nosotros, dándonos vida y energía,

y queremos manifestarte a los demás repartiendo amor y vida,

para que quienes aún no creen en ti, te conozcan y te quieran.

Formando una gran asamblea universal de creyentes, cristianos o no,

a la que se unen sin duda cuantos nos han precedido en tu fe,

entonamos agradecidos este canto en tu honor.   

 

Santo, santo…

 

Gracias, Dios santo, porque te has revelado a través de Jesús,

de quien has dicho con satisfacción de Padre que es tu hijo amado.

Nos alegra saber que hoy goza en tu compañía,

pero sabemos que antes de esa gloria,

hubo una vida puesta al servicio de quienes más lo necesitaban,

que quienes le acompañaron en su camino

no fueron los grandes de la tierra

sino unos modestos discípulos y los pobres y marginados de su pueblo. 

Nos dio ejemplo de sencillez, de austeridad, de buen corazón. 

Le recordamos ahora en su cena de despedida,

cuando sintetizó su vida y su entrega en estos gestos y palabras. 

 

El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

Te dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

 

Recordando la muerte de Jesús,

creyendo y anunciando su resurrección,

te pedimos, Padre, que nos envíes tu espíritu

y fortalezcas nuestra voluntad de servicio.

Nos has encomendado que escuchemos a Jesús, que es tu palabra.

Por favor, abre bien nuestros oídos porque queremos oírle sin ruidos,

y abre nuestros ojos para verle, porque él te encarnó en su vida.

Ten por seguro, Señor, que queremos anunciar su buena nueva,

fielmente, sin desvirtuarla. Queremos ser sus testigos.

Bendice a nuestra Iglesia, para que entendamos finalmente

que no se trata de montar grandes tiendas que reflejen tu magnificencia

sino de contribuir con humildad,

junto a tanta buena gente que hay por el mundo,

a que sean más felices todos los seres humanos.

Gracias, Señor, por haber acogido contigo

a nuestros familiares y amigos difuntos.

Dales fuerza y salud a nuestros hermanos enfermos.

Sintiéndonos hermanos de tu mejor hijo Jesús, anclados en él,

te bendecimos ahora, Padre Dios,

como queremos hacerlo por toda la eternidad.

AMÉN.

 

Rafael Calvo Beca

 

 

principio

 

Mira, Padre, a tus hijos, alrededor de tu mesa,

cansados y sucios del camino.

Venimos a disfrutar de tu perdón y de tu palabra,

a alimentarnos, a agradecerte que siempre nos invitas.

Gracias Padre, por Jesús, nuestro Señor.

 

OFRENDA

 

Nuestro pobre pan, nuestro humilde vino. Lo ponemos en tu mesa,

no tenemos otra cosa, son nuestra vida entera;

queremos que sea una ofrenda plena, entregada a nuestros hermanos.

Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

DESPEDIDA

Gracias, Padre, por la Palabra y el Pan.

Que la luz y la fuerza de tu pan y tu vino nos sirvan

para trabajar con entusiasmo por tus hijos, por tu Reino.

Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

  

José Enrique Galarreta

 

 

NO OS DEJÉIS ENGAÑAR

 

 

¡Qué tiempos estos que nos toca vivir,

en la calle y en la iglesia,

tan convulsos y ambiguos

que, para afrontarlos,

necesitan tu palabra evangélica!

 

En ellos,

hay cosas que brillan y brillan tanto

que nos deslumbran antes de conocerlas;

y las hay también que nos seducen

al primer golpe,

o al cabo de un rato,

o al caer de la tarde,

o en plena noche,

porque tienen tantas caras y brillos

como oscuridades;

y también las hay que juegan a camuflarse

y engañan a los caminantes

perdiéndolos entre debates,

dogmas

y yermas verdades.

 

Aunque más duro y triste

es encontrarse con personas

de cultura y fe reconocida y solvente,

que, humildemente y en tu nombre,

se proclaman servidores

mas se creen jefes y señores

sin descubrir sus contradicciones.

Se arrogan tu representatividad,

hacen sufrir a sus semejantes

y traicionan a tantos y tantos creyentes…

 

Pero Tú nos dijiste para momentos así:

“Tened cuidado, no os dejéis engañar;

y aunque desplieguen gran parafernalia,

no los sigáis… ni a orar ni a tomar cañas.

Permaneced firmes en mi palabra

y tendréis vida en abundancia”.

 

 

Florentino Ulibarri