Oraciones
para la
eucaristía
LA VIRTUD DE LA SENCILLEZ
(DOMINGO
33
TO)
ANÁFORA
Nos unimos ahora, Padre Dios, en esta acción de
gracias
a las muchas comunidades cristianas dispersas
por el mundo.
Juntos todos bendecimos tu nombre
y proclamamos que eres un Dios bueno y amoroso.
Te damos las gracias por ser como eres.
Creemos que estás en nosotros, dándonos vida y
energía,
y queremos manifestarte a los demás repartiendo
amor y vida,
para que quienes aún no creen en ti, te conozcan
y te quieran.
Formando una gran asamblea universal de
creyentes, cristianos o no,
a la que se unen sin duda cuantos nos han
precedido en tu fe,
entonamos agradecidos este canto en tu honor.
Santo, santo…
Gracias, Dios santo, porque te has revelado a
través de Jesús,
de quien has dicho con satisfacción de Padre que
es tu hijo amado.
Nos alegra saber que hoy goza en tu compañía,
pero sabemos que antes de esa gloria,
hubo una vida puesta al servicio de quienes más
lo necesitaban,
que quienes le acompañaron en su camino
no fueron los grandes de la tierra
sino unos modestos discípulos y los pobres y
marginados de su pueblo.
Nos dio ejemplo de sencillez, de austeridad, de
buen corazón.
Le recordamos ahora en su cena de despedida,
cuando sintetizó su vida y su entrega en estos
gestos y palabras.
El Señor Jesús, la noche en que iban a
entregarlo, cogió un pan,
Te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Recordando la muerte de Jesús,
creyendo y anunciando su resurrección,
te pedimos, Padre, que nos envíes tu espíritu
y fortalezcas nuestra voluntad de servicio.
Nos has encomendado que escuchemos a Jesús, que
es tu palabra.
Por favor, abre bien nuestros oídos porque
queremos oírle sin ruidos,
y abre nuestros ojos para verle, porque él te
encarnó en su vida.
Ten por seguro, Señor, que queremos anunciar su
buena nueva,
fielmente, sin desvirtuarla. Queremos ser sus
testigos.
Bendice a nuestra Iglesia, para que entendamos
finalmente
que no se trata de montar grandes tiendas que
reflejen tu magnificencia
sino de contribuir con humildad,
junto a tanta buena gente que hay por el mundo,
a que sean más felices todos los seres humanos.
Gracias, Señor, por haber acogido contigo
a nuestros familiares y amigos difuntos.
Dales fuerza y salud a nuestros hermanos
enfermos.
Sintiéndonos hermanos de tu mejor hijo Jesús,
anclados en él,
te bendecimos ahora, Padre Dios,
como queremos hacerlo por toda la eternidad.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
principio
Mira,
Padre, a tus hijos, alrededor de tu mesa,
cansados y sucios del camino.
Venimos
a disfrutar de tu perdón y de tu palabra,
a
alimentarnos, a agradecerte que siempre nos
invitas.
Gracias
Padre, por Jesús, nuestro Señor.
OFRENDA
Nuestro
pobre pan, nuestro humilde vino. Lo ponemos en
tu mesa,
no
tenemos otra cosa, son nuestra vida entera;
queremos que sea una ofrenda plena, entregada a
nuestros hermanos.
Por
Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por la Palabra y el Pan.
Que la
luz y la fuerza de tu pan y tu vino nos sirvan
para
trabajar con entusiasmo por tus hijos, por tu
Reino.
Por
Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta
NO OS DEJÉIS ENGAÑAR
¡Qué tiempos estos que nos toca vivir,
en la calle y en la iglesia,
tan convulsos y ambiguos
que, para afrontarlos,
necesitan tu palabra evangélica!
En ellos,
hay cosas que brillan y brillan tanto
que nos deslumbran antes de conocerlas;
y las hay también que nos seducen
al primer golpe,
o al cabo de un rato,
o al caer de la tarde,
o en plena noche,
porque tienen tantas caras y brillos
como oscuridades;
y también las hay que juegan a
camuflarse
y engañan a los caminantes
perdiéndolos entre debates,
dogmas
y yermas verdades.
Aunque más duro y triste
es encontrarse con personas
de cultura y fe reconocida y solvente,
que, humildemente y en tu nombre,
se proclaman servidores
mas se creen jefes y señores
sin descubrir sus contradicciones.
Se arrogan tu representatividad,
hacen sufrir a sus semejantes
y traicionan a tantos y tantos
creyentes…
Pero Tú nos dijiste para momentos así:
“Tened cuidado, no os dejéis engañar;
y aunque desplieguen gran parafernalia,
no los sigáis… ni a orar ni a tomar
cañas.
Permaneced firmes en mi palabra
y tendréis vida en abundancia”.
Florentino Ulibarri