CELEBRANDO LA
CENA DEL SEÑOR
Este momento es
propicio para el agradecimiento.
Aunque toda
nuestra celebración ha querido ser eucaristía,
esto es, acción de
gracias.
Nos has alimentado
con tu palabra, gracias, Jesús.
Creemos que has
estado aquí con nosotros,
compartiendo
nuestra comida, brindando con todos,
gracias, Jesús,
por tu compañía.
Queremos
agradecerte el ejemplo de toda tu vida,
en primer lugar,
los años previos a la vida pública,
tu preparación
personal,
el bagaje de
conocimientos que acumulaste
a pesar de los
escasos medios de que dispusiste,
tu madurez humana,
tu clarividencia,
tu empatía,
tu oración
continua, tu íntima relación con Dios Padre.
Tenemos que
agradecerte
tu decisión de
salir afuera, finalmente,
a predicar el
reino,
a revelarnos tu
visión de Dios como Padre bueno.
Tienes toda
nuestra admiración y nuestra adhesión,
por tu vida
austera, entregada a los demás,
y por tu mensaje
de una religión liberadora, solidaria,
revolucionaria, en
espíritu y en verdad,
sin sacrificios ni
ritos ni templos.
Dejarnos claro
este mensaje te costó la vida,
pero no te echaste
atrás
ante la terrible
muerte que te temías,
y la afrontaste
con entereza, hasta el último momento.
No fue baldía tu
muerte porque sigues vivo entre nosotros
y Dios Padre te ha
nombrado su Hijo más amado.
Gracias, Jesús,
hermano nuestro,
por todos los días
de tu vida.
Gracias, Jesús,
Señor y amigo,
porque todo lo
hiciste bien en tu vida.
Por la fe, esperanza y
amor
Te damos gracias,
Señor,
por la fe
que nos has dado:
la fe del niño
la fe del
carbonero
la fe del
cristiano adulto que reflexiona y medita
la fe transmitida
por nuestros padres y abuelos
la fe vivida en la
liturgia de la iglesia
la fe compartida
en nuestras comunidades
Te damos gracias,
Señor,
por mantener viva
en nosotros la esperanza de tu Reino,
porque nos das
fortaleza
en la lucha contra
el mal que nos rodea:
la intolerancia de
todos
los anatemas de
los jerarcas
los abusos de
poder
la corrupción
el dinero que nos
corrompe hasta la médula
la apatía general
Y contra el
desánimo que provocan tantas injusticias:
ese deseo de tirar
la toalla
esa impotencia
esa desesperación
que nos invaden
tan a menudo.
Te damos gracias,
Señor,
por enseñarnos a
amar a los demás:
en la vida privada
y en la vida pública
en la familia
en nuestro grupo
de amigos
en el lugar de
trabajo
en los hospitales
en las
manifestaciones
en nuestra
comunidad
Gracias,
finalmente, Padre, por el don de tu Hijo, Jesús, que
con la entrega de su vida anuló la distancia que nos
separaba de Ti, se hizo camino hasta Ti y nos mostró
tu cercanía y amor.