Otra vez sobre Pagola
y su libro sobre Jesús
Si
Pagola no ha aportado “nada”, -como dicen sus críticos y
no comparto-, a nivel de investigación histórica, lo
tiene que debatir “la universidad”, y con todo, si lo
hubiera hecho bien, ¡y “todos” dicen que “como
aproximación histórica” lo ha hecho bien!, seguiría
siendo una síntesis valiosísima de lo que "los mejores"
han aportado.
Y si cae en la elucubración teológica por sus “supuestos
aprioris”, como dicen sus críticos, otra vez es “la
universidad” la que tiene que debatir sobre esos
“supuestos”: si los hay; si son aprioris; si son
antecedentes de la teología, cómo se formulan; y por
supuesto, si las tesis teológicas y “dogmáticas” más
discutidas están ahí, en el texto, o es que sus
censores
las deducen porque ellos fundamentan la misma fe en
distinta “aproximación histórica”, ¡a veces ninguna!,
distinta teología, ¡a veces más metafísica griega que
teología cristiana!, y distinta eclesiología, ¡a veces,
las más, cuerpo místico de Cristo, sin Encarnación, vida
terrena, bienaventuranzas y pobreza de vida!
Pagola, su libro y él mismo, es honesto en su “aproximación
histórica”. Algunos teólogos-obispos, en su valoración,
no lo reconocen compatible con la fe de la Iglesia;
otros teólogos-obispos sí lo reconocen propio en su
propósito “histórico-critico”, y coherente con una
teología católica que integra esos datos.
La
Iglesia tiene un problema y no es justo zanjarlo en la
“oscuridad”. La teología hace tiempo que debate sobre
cómo integrar esos logros de la “jesulogía”. No los
convierte en dogmas históricos, sabe de su
provisionalidad en muchos de ellos, y de la diversidad
de corrientes hermenéuticas; respeta ese debate y asume
lo que parece más seguro.
Pero no toma el molde de la dogmática escolástica y menos
sale a la caza de lo que no cabe en su horma. Todo es
mucho más dialógico y argumentativo, y al cabo,
objetivo; históricamente objetivo, como todo lo humano
al gustar de la Verdad.
Es la teología la que tiene que acoger las verdades de la
historia, y hacerlo con sabiduría fiel a los datos
inapelables de las ciencias humanas y a las fuentes
de la revelación cristiana.
Ha de ser muy beneficioso en esta mezcla mirar desde
muy abajo y muy
adentro en los anhelos de los hombres y
mujeres más pobres; a veces, en la Iglesia; a veces
fuera de ella; pocas veces muy arriba en su ministerio
ordenado.
Qué le vamos a hacer, cuánto más nos reconocen en el
ministerio de gobierno, más nos alejamos por lo común de
la ortodoxia de Mateo 25, y nos aproximamos a la
"institucional". En caso de duda, "es mejor la muerte de
uno solo, que no que perezca todo el pueblo”.
"Perspicacia" eterna, ¡no sabiduría!, de las
instituciones que sobreviven.
Los vigilantes de la ortodoxia teológica, llamémoslo
amablemente, y tal como lo conocemos, “servicio a la
fe”, tienen que desarrollar la tarea con mucha
inteligencia sobre sus propios “aprioris” teológicos y
creyentes, más aún, sobre su “propio modo de hacer
teología”, y, según creo, leyéndose mil veces la
Primera de Corintios, 13.
Si todo el mundo tuviera la visión del Jesús de Pagola, ¡yo
me alegraría!, pero el resultado teológico podría ser
monocorde; pero impedirlo es un indicativo insuperable
de cómo nos cuesta asumir el Jesucristo entero.
Por el bien de la Iglesia y de la fe de los sencillos, se
dice, pero, objetivamente, no es así; es la exaltación
del Cristo de Dios, sin el Jesús,
también de Dios.
La ortodoxia de las bienaventuranzas es como un
espejo de dos caras. Pone en su sitio al
observado y al observador.
Paz y bien.
José Ignacio Calleja
Sáenz de Navarrete