Aproximación a los oprimidos
Teólogos
significados, sacerdotes de su diócesis y muchas otras
personas han expresado su apoyo y solidaridad con el teólogo
donostiarra y su obra sobre Jesús de Nazaret, retirada de
las librerías por oscuras maniobras eclesiásticas de la
Conferencia Episcopal Española. Son adhesiones importantes y
merecidas y a las que, por supuesto, me sumo.
Provienen
de la base eclesial, expresan una denuncia de procedimientos
que nada tienen de evangélico porque conculcan el derecho
humano de libertad de expresión e investigación en la
Iglesia propiciado por el Vaticano II e impulsado por la
misma Pontificia Comisión Bíblica.
El extendido libro de Pagola, tan positivamente acogido, es
un estudio, presentado con método y rigor científicos, fruto
de un largo trabajo de consulta y síntesis de
investigaciones recientes exegéticas y científicas sobre lo
que hasta hoy podemos saber de la historia de Jesús de
Nazaret.
Su novedad no estriba, creo, en los contenidos que expone
-ya investigados por los reconocidos exegetas de alta
competencia citados por Pagola-, sino en la forma en que lo
hace, asequible y pedagógica, cercana y convincente, con la
maestría expositiva a la que nos tiene habituados.
Para
muchos, este libro ha sido un descubrimiento y una ayuda muy
valiosa para un acercamiento humano y creyente a la persona
de Jesús. Las reacciones de apoyo así lo muestran,
agradeciendo lo que este libro supone para los creyentes y
también para los no creyentes como compresión asequible y
aceptable del histórico profeta de Galilea.
Es particularmente reseñable, a mi modo de ver, la carta de
apoyo de una parte importante de sacerdotes guipuzcoanos,
como ya hace dos meses lo hicieron, aunque en menor número,
criticando entonces el nombramiento del nuevo obispo para su
diócesis. En ella expresan también su adhesión al obispo
anterior (cuya responsabilidad, por cierto, en el
silencio impuesto al teólogo franciscano José Arregi
necesitaría aclaración). Su aprobación
canónica abrió el camino a la reedición del libro, ahora
retirado, con algunas correcciones asumidas por el autor.
¿Cuáles son las razones de fondo en este asunto que
muchos solicitan que se aclaren? ¿Dónde está el problema de
los obispos y teólogos para quienes «el ‘Jesús histórico'
que muestra Pagola es incompatible con el Jesús de la
Iglesia», como afirmaba la `Nota' de la primera censura del
libro y, al parecer, sigue manteniéndose ahora? ¿Por qué, a
su entender, «causa confusión y siembra dudas»?
Pagola, juntamente con otros teólogos, entiende que el
camino para afirmar con sentido la divinidad de Jesús es
precisamente su humanidad. Comprendiendo la
trayectoria histórica de aquel campesino de Galilea,
«humanización de Dios» (José María Castillo), sin poder ni
privilegios de ningún tipo, compasivo, humilde, entregado
hasta la muerte al servicio de los pobres y de su justicia,
denunciador de la falsa religión que sometía al pueblo,
llegaremos a la fe auténtica en Dios.
Afirmaciones dogmáticas de la divinidad de Jesús, de la
transcendencia de Dios, doctrinas espiritualistas alejadas
de la realidad de un mundo injusto no provocan censuras.
Pero si se pone de relieve a un «judío marginal» (J. P.
Meier), que chocó frontalmente con los poderes de su tiempo
por defender, ayudar, compadecerse, luchar por los últimos,
por anunciar la liberación de los cautivos, que descubre un
Dios que lucha contra el sufrimiento, desde su compasión
liberadora, entonces el problema no está en esa cristología.
Radica en esos sectores eclesiásticos que, afirmándose
continuadores de la misión de Jesús, se rodean de poder,
olvidan a los pobres como su centro, eluden los compromisos
liberadores, están más preocupados por conservar su
estabilidad y prestigio que por la defensa de los
marginados.
Ahora bien, si quieren ser fieles a lo que el mismo
concilio Vaticano II afirmó -«la Iglesia reconoce en los
pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y
paciente»-, la pregunta consecuente es: ¿qué pobres
reconocen en la Iglesia que ellos muestran a Jesús
liberador?
En los primeros siglos, la Iglesia tuvo que defender la
humanidad de Cristo contra la herejía «doceta», según la
cual Jesús sólo parecía, no era auténtico hombre; sólo Dios.
¿Vuelven algunos monseñores a aquel antiguo error?
La
presentación que Pagola y otros teólogos, algunos censurados
-por ejemplo, Jon Sobrino-, hacen del mensaje de Jesús
subraya un tema central: el reino de Dios. Esta
metáfora, muy clara en su tiempo, resultó chocante para
quienes escuchaban la interpretación de Jesús. El Dios de
aquel reino no era dominante, poderoso, lejano. Todo lo
contrario. En las parábolas de Jesús de Nazaret es un Padre
compasivo, cercano, amigo de la vida, defensor de los pobres
que son los primeros allí y, con ellos, quienes luchan por
la justicia y son misericordiosos, se aproximan y son
solidarios con los oprimidos. Un reino opuesto frontalmente,
por tanto, a los reinos de este mundo.
Y esto lo
mostró el mismo Jesús con su comportamiento entrañablemente
humano, aliviando el sufrimiento, curando enfermos,
compartiendo, acercándose a los más marginados, siendo amigo
de la mujer (tan despreciada en su tiempo), denunciando la
falsa religión opresora de su tiempo.
Además -y es otra preocupación para los censores
eclesiásticos- ese reino no es exclusivo de la Iglesia.
Su Espíritu y valores se encuentran también en otros lugares. Superan a la
Iglesia que debe aprender a escuchar, a dialogar, a
intercambiar con otras culturas y formas de creer, desde un
auténtico pluralismo religioso, como lo han mostrado, entre
otros, Dupuis, Boff o Vigil, teólogos también bajo sospecha
por esa apertura ecuménica, universal.
En
definitiva, bajo la acusación de estos errores se oculta la
pretensión de hacer de la Iglesia una institución
divinizada, desvirtuando el reconocimiento íntegro de la
humanidad de Cristo que le exige su propia humanización en
sus instituciones y personas, en su moral y espiritualidad:
ser Iglesia profundamente compasiva, comprometida y
arriesgada en la búsqueda de la justicia para la sociedad y
en sus relaciones críticas con los poderes; ser pueblo de
Dios con el pueblo de los pobres; participar en las
tristezas y angustias, en los gozos y esperanzas desde una
auténtica solidaridad con el género humano, con su historia,
con su realidad viva y sufriente, con los esfuerzos por la
libertad, la justicia y la paz. Una Iglesia que sabe
aproximarse y compartir liberadoramente la situación de los
más oprimidos por tantas injusticias.
En definitiva, el reconocimiento de Jesús de Nazaret,
implica y exige una aproximación histórica y actual a
quienes hoy sufren la injusticia de un mundo sin corazón ni
compasión, una denuncia de estructuras, también religiosas,
que contribuyen a mantener sistemas de poder y opresión
contra personas y pueblos; aprender a «compartir desde
dentro los problemas, conflictos y sufrimientos de nuestro
pueblo», como indica el mismo J. A. Pagola en su carta de
agradecimiento a sus amigos sacerdotes.
Ciertamente, como muestra su libro, el Jesús histórico es
el camino hacia Dios y hacia El, como Señor, debe
convertirse la Iglesia. Y el camino a Jesucristo es la
aproximación a los pobres, a los oprimidos del mundo y a su
liberación desde la causa por la justicia.
Félix Placer Ugarte
profesor en la Facultad de Teología de Gasteiz
GARA