EL
SILENCIO DE LOS OBISPOS
A propósito del
“Jesús, aproximación histórica” se han oído infinidad de
voces, la mayor parte agradeciendo el libro a JA Pagola y
manifestando su acuerdo con él. Varios de estos escritos
provienen de sacerdotes, de teólogos, de catedráticos de
Teología…
Con esto,
aparte de que el libro está oficialmente aprobado por la
Iglesia ya que se editó con el “nihil obstat” de su obispo,
los cristianos normales nos quedamos bastante tranquilos y
seguimos leyéndolo con la misma devoción que antes, por más
que “alguien”, que por lo visto tiene mucho poder, haya
mandado a la editorial PPC que lo retire de las librerías.
Pero se echa de
menos algo. Hace unos días se le preguntó al obispo de San
Sebastián, Mons. Munilla, por qué no decía nada sobre el
tema, y respondió que no era de su competencia y prefería
guardar silencio. Por lo visto, los demás obispos piensan lo
mismo, porque ninguno, que yo sepa, ha abierto la boca.
Esto nos deja
perplejos. Se supone que una de las funciones del Obispo es
enseñar y supongo yo que en un momento en que un libro está
siendo denostado por unos y alabado por otros no estaría
nada de mal que los obispos nos dijeran quién tiene razón. Y
que no lo hicieran a título personal, sino como colectivo,
porque sólo nos faltaba ahora que unos lo acepten y otros lo
condenen.
Más aún, nos
haría falta que, en caso de que el libro contenga errores,
nos digan exactamente cuáles son esos errores, porque
nosotros, la gente normal que cree en Jesús, necesitamos que
ejerzan su Magisterio.
En caso de que
no lo hagan, como está sucediendo, tenderemos a pensar que
la prohibición del libro no ha nacido de motivos teológicos
o cuestiones de fe, sino de otros oscuros motivos, entre
ellos de algún desacuerdo y tensión que existe y les impide
tomar una posición común y segura.
Leía ayer la
carta de un cristiano de a pie en la que, con mucha sorna,
agradecía las condenas al libro porque habían contribuido
muchísimo a difundirlo. Y me produjo una gran tristeza.
Casi a la vez
leí un artículo de Casaldáliga que afirmaba: “las
comunidades se van haciendo adultas… se va superando una
dependencia irritada frente a ciertas actitudes y decisiones
de la jerarquía, de la curia. Se prescinde y se continúa
caminando” (La negrita es mía). Y me produce otra vez la
misma tristeza.
Si estas dos
afirmaciones fueran verdaderas (y yo particularmente creo
que sí) no pueden ser más desoladoras. Suponen que se está
produciendo ya un descrédito generalizado de la jerarquía.
¿Será verdad que no nos queda otro camino que prescindir
de ellos y seguir caminando?
José
Enrique Galarreta