De tanto mirarte aquí,
a la luz de este crucero,
te tengo en mí todo entero,
todo entero estás en mí,
en mi corazón impreso.
Y si me miras allí,
allí te verás colgado,
sobre el hombro desmayado
el peso de tu perfil
por la muerte recortado.
Y si me ves respirar,
verás que yo en Ti respiro
y que respira conmigo
quien te viene a contemplar
con el corazón herido.
De tanto mirarte aquí,
a la luz de este crucero,
te tengo en mí todo entero,
todo entero estás en mí,
en mi corazón impreso.
De tanto mirarte, sí,
te he hecho uno con mis ojos.
Así todo es más hermoso
mirado a través de Ti.
En ti he dejado mis ojos.
Los he dejado en tu piel,
los he dejado en tus manos,
en la plata de los clavos
y en el dolor de tus pies
por mí así desgarrados.
Y he dejado en tu costado
los besos de mi pupila.
Tu costado, que destila
un amor tan desatado
que a fuerza de sufrir, limpia.
De tanto mirarte aquí,
a la luz de este crucero,
te tengo en mí todo entero,
todo entero estás en mí,
en mi corazón impreso.
¡Oh Cristo de la agonía,
gracias porque no estás muerto,
y cada día, de nuevo,
respiras conmigo, en mí,
desde esta cruz del crucero!
De tanto mirarte aquí,
a la luz de este crucero,
te tengo en mí todo entero,
todo entero estás en mí,
en mi corazón impreso.