CRISTO, CONCEJAL DE
PUEBLO
A
Sevilla le llega el dolor de madrugá. Varales altos
de luna. Nardos de túnicas blancas. Azucenas con
mantilla. No es el dolor del hambre, de la pobreza,
de las guerras. No es el dolor del dolor. Es un
dolor señorito, con sombrero de ala ancha. Salcillos
de vino fino. Berruguetes de tabernas. Y el dolor
por las esquinas de vírgenes rayos uva. Pero los
Cristos son cristos, estrechos por Placentines,
dolorosas de Triana y Macarenas de barrio. Con las
estrellas bordadas, prendidas en la pechera. Dioses
austeros con ojos en busca de barandales para apoyar
la amargura.
Depeñaperros arriba, por Morata de Tajuña, una
pasión viva. Judas informáticos, juanes vendedores
de seguros, campesinos de espigas blancas, mujeres
amantes de noches escondidas. Y Jesús, concejal y
carpintero, pero Jesús ante todo. Carne y hueso de
garlopa, para tomar decisiones con la madera y los
vecinos. Cruz y corona de espinas. Clavos y túnica
oscura. Todo hechura de sus manos de concejal
carpintero, de cristo obrero y político. Desconozco
su adscripción política. Y uno siente la necesidad
de preguntarle por muchas cosas: por los parados del
pueblo, por los enfermos solos, por los viejos
olvidados, por los niños sin padre, por los padres
sin niños, por recalificaciones innombrables, por
las construcciones nunca autorizables, por el lujo
de unos pocos, por el hambre de muchos.
Y
habría que ir ampliando: sangre infecunda de Irak,
los guantánamos negros, los terroristas de corbata y
mocasín italiano, por el Africa del sida, por las
Iglesias dogmáticas y excluyentes, por los
arzobispos que condenan, por los papas que
excomulgan, por los cristos siempre obreros y nunca
concejales, por los pobres de la tierra, por los que
nunca tienen la palabra, por los sin esperanza, por
los sin amor, por los creados sin aparente creador,
por los fabricantes de angustias, por los asesinos
de esperanzas, por los que niegan la palabra, por
los hospicios del beso, por las olas sin playa, los
mares sin horizontes.
Cuánta pregunta, cristo-concejal, cristo con sueldo
político, maniatado por euros de hipotecas,
subordinado de nómina, de voto asambleario, de
aspiraciones a teniente de alcalde. Cristo hundido
en la tumba, nunca resucitado. Por incompatibilidad
de Boletín Oficial. Candidato a consejero, en
ascensión vertical. Olvidadas las espinas, la cruz
arrinconada, hasta el año que viene, cuando a
Sevilla le llegue el dolor de madrugá, un dolor
señorito, con salcillos de taberna, vírgenes de vino
blanco y azucenas con mantilla.