POEMAS Y CANCIONES   

                             
                              

 

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A los 100 años del nacimiento de

Miguel Hernández

 

ELEGÍA

 

 

(Nacido para la pasión,

se lo llevaron las sombras,

sobre un rayo prematuro,

ardiendo de palabras y ternura)

 

Hay muertos que,

por algún misterio insondable,

no podrán morir nunca,

pues siguen realimentando

su propio aliento histórico,

a pesar de que nos llega desgarrado

por el dolor y la ausencia,

la sinrazón, el odio,

el ultraje inhumano, feroz.  

 

Tu herida sigue sangrando

en las muchas heridas,

en este mismo mundo de la exclusión,

en esta noche que derrama

tantas  lágrimas, y que nos muestra,

de manera no virtual,

más la muerte que la vida.

 

Intentamos seguir tu senda,

la que tus mismos pasos recorrieron,

caminos que abandonan

la superficialidad

para adentrarse en el corazón:

redes, resquicios, destellos

que iluminan y reavivan

cada aurora recién nacida.

 

Hay muertes que jamás

podrán ser sepultadas en el olvido,

como la de millones de abejas

que sembraron tanta semilla

en los surcos de la historia,

con la entrega de su sangre, de su amor, de su luminosa herida.

 

Nuestro perdón está sangrando

de ausentes presencias,

pero en la cruz de la moneda, siempre

quedarán la justicia y la memoria viva.

 

Muchos espíritus libres

han bebido en tus versos,

tan sedientos de amor,

tan hambrientos de verdad y sentido,

tan cargados de anhelos

y nombres en el corazón.

 

Hoy te evocamos

en los nuevos vientos del pueblo,

besamos con tus palabras,

soñamos con tus poemas,

escarbamos en la oculta transparencia

de la que nos llega, cargada de futuro,

tu propia vida.

 

Y así, desenterramos a quien

nunca ha dejado de estar vivo,

con los oídos y los ojos bien abiertos,

como aquél que revivió

a la sombra de la higuera,

aquél que, como tú,

sentía en su carne cada dolor infligido

a todo ser humano,

en cualquier lugar del mundo,

como suyo propio.

 

Has alegrado tantos rostros,

has reencendido tantas oscuridades,

has abierto tantos cauces

con el río de tu sangre,

nos has enamorado tanto

bajo la luz de la luna y tu sonrisa,

 

que nadie nos va impedir que

sigamos conversando, compartiendo,

las mil y una desventuras humanas,

la esperanza y la alegría

de haber conocido a un hombre puro,

sencillo, vitalmente apasionado,

y hablarte de muchas cosas más,

amigo inolvidable,

hermano del alma, compañero.

 

 

Miguel Ángel Mesa