POEMAS Y CANCIONES   

                             
                              

 

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DIOS DE LA TIERRA

(2008)

BROTES DE OLIVO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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DIOS, ¿EXISTES?

Col 3,16 - Jn 17,3

 

Dios, Dios, ¿estás en mi alma?

 

¿Cómo sientes, cómo hablas, dónde miente tu palabra,

si lo que a todos nos pides vemos que no se alcanza?

 

Si es verdad, ¿por qué consientes

rezarla y no practicarla,

si al hacerlo de esta forma,

no la gozamos, nos mata?

 

¿Son tus palabras vacías,

están llenas, colmadas?

Y si es cierto que están vivas

¿cómo, su vida, gozarla?

 

¿Qué no hemos entendido,

qué es lo qué se nos escapa?

Si en verdad quiero seguirte,

¿por qué, por qué no me hablas?

 

Dios, ¿existes? ¿estás en mi alma?

 

 

¿EN QUÉ DIOS CREEMOS?

1Ti 4,1-2 - 2Ti 4,3-4

 

No hizo su voluntad, sino que obró por obediencia.

Vino a rescatar y devolver su cielo a esta tierra.

No pudo soportar ver sufrir al hombre

y la voluntad del Padre vino a realizar.

 

¿Por qué, si vino a traer vida, ofreció la suya inocente

por la tuya y la de tanta gente?

Quizá fue por quitar dolor al Padre.

Pero ¿cómo calmar, cómo resucitar

a todo un Dios Padre que en su Hijo se da?

 

Un Padre-Padre percibe el dolor y el regocijo.

¿Por qué en lo que ocurre no vemos el amor a cada hijo?

¿Cómo seguir rezando a un Padre en quien no creemos,

que nos llama a ser hermanos, amor fraterno?

 

Propuso a todos ser familia, creando en la tierra, el cielo.

De nosotros dependía aceptarlo o no quererlo.

Parece que lo quisimos y que en su nombre nos movemos

mas, la familia soñada, la esperamos allá en el cielo.

 

¿En qué Dios creemos si cada hombre nos es ajeno

si no comemos su pan de vida en la tierra como en el cielo?

 

 

EL ESPÍRITU, PASIÓN POR EL TODO

1Re 19,10 – Jn 3,8

 

Dejad el soplo a su aire,

que fluya bien y a su antojo

porque si el aire no corre,

no palparemos su soplo.

 

Abrid ventanas y puertas,

quitad todos los cerrojos

ya que, de no estar abiertas,

las rejas nos vuelven locos.

 

Dejad el aire a su aire,

nunca desviéis su soplo.

Es posible que al hacerlo

no lo percibáis todo

 

lo del proyecto de Dios,

de su pensamiento loco,

en nada es igual al nuestro;

su plan, pasión por el todo.

 

El Espíritu, el que crea todo,

el Espíritu se manifiesta en todo.

El Espíritu transforma todo,

el Espíritu tiene pasión por todo.

 

 

SOY IMAGEN DE DIOS

Gen 1,27-28

 

A imagen de Dios nací,

semejante a su vida y su ternura,

para ser Dios-entre-los-hombres

aunque yo sienta en mí: esto es locura.

 

Imagen de Dios soy,

semejante a Dios nací.

 

Por no sentirme humilde ante mí

en aquello que de Dios llevo en mi alma,

muchos nunca sabrán que el mismo Dios

vive en ellos, aguardando ser palabra.

 

Si no me siento imagen de Dios,

aunque crea seguirle con mi vida,

deberé salvar las circunstancias

que me impiden ser el Dios que en mí habita.

 

 

EN TODOS VIVE DIOS

Gen 1,27-28

 

Seré de Dios, y como él,

cuando cambie mi forma de pensar,

cuando mengüe el ego que hay en mí

y ofrezca la vida que me da.

 

Seré de Dios viendo en todos al Dios que hay en mí.

 

La puerta y el camino que conducen

al Señor, y su vida en abundancia,

atraviesan estrecheces que no quiero,

que son las que convierten mi alma.

 

La paz que yo quiero para el mundo

sólo en lucha conmigo llegará,

aprendiendo de todas las criaturas

que yo creo que de Dios lejos están.

 

 

DIOS EN MI ALMA

Fil 1 27 - 1Cor 4,1-5

 

Desde la vida de Dios, que sé que existe en mi alma,

he de vivir fielmente, ansiando ponerla en práctica.

Partiendo de la conciencia de que el Señor vive en mí,

quiero que en mí otros vean que él vive en cada existir.

 

Esto trae tal consecuencia, tan íntimo compromiso

que, por no implicarme con otros, lo hago desde mí mismo.

Me es difícil comprender que “mi dios” no es como entiendo,

que sólo junto al “del otro”, mi Dios será verdadero.

 

Algo con urgencia inquieta lo mejor de mi pensar,

he de ser fiel a mí mismo, mas no al margen de los demás.

Por mí solo, a mis hermanos, no he de mostrarles mi amor,

sino sentir que, con ellos, todos juntos, somos Dios.

 

Juntos todos.

 

 

PRECURSORES DEL DIOS DE LA TIERRA

Is 53

 

Antes que el Hijo diera su Palabra,

alguien nos adelantó su presencia.

La Palabra del Señor nos urge hoy

ser precursores del Dios de la tierra.

 

Servidores que se sientan inútiles,

que le anuncien, a veces sin conciencia,

que tracen senderos desconocidos

sin conocer las pruebas que le esperan.

 

Sabedores de dificultades

¡a veces, dejaremos la tarea!

mas siempre confiando en la Palabra,

hallando en ella la luz y la fuerza.

 

 

MI SEÑOR, DIOS DE LA TIERRA

Jn 1,14

 

Mi Señor, Dios de la tierra,

físicamente cercano,

me siento Él si soy fiel

y muy lejano si fallo.

 

Mi Señor, Dios de la tierra,

presente en mí, encarnado,

que en otros lo siento ajeno

y olvido que es Dios y hermano.

 

Mi Señor, Dios de la tierra,

igual lo alabo que mato,

locura, que al darme cuenta,

siento que me está matando.

 

Mi Señor, Dios de la tierra,

tan vivo como el Dios Santo,

Él me da su misma vida

para que yo muera amando.

 

Mi Señor, Dios de la tierra,

en los pobres tan cantado,

en tanto mi vida canta

que no vivo lo que canto.

 

Mi Señor, Dios de la tierra,

todos a todos amando,

juntos, imagen del Padre,

todos pueblo consagrado.

 

 

TEMPLO, ALIMENTO Y ESPÍRITU

1Cor 2,6-7 - 2Cor 3,17.4,5

 

Del Espíritu soy templo y casa.

Está en mí su aliento, que al mundo salva.

Todos los corazones, al mundo abarca

y Dios, dentro de ellos, al hombre encarna.

 

Si así no siento en mí, seco mi alma,

y robo Dios al mundo que a mí me llama.

Mi ser de piedra amor reclama,

rastros de Dios en mi vida y sentirme en su casa.

 

Golpean mi puerta ¡es Dios quien llama!

Si me atrevo a abrirle, cenará en mi casa.

Seré su comida aún sin ser nada,

con todas mis faltas que matan mi alma.

 

Y aún así, que me coman ¡eso me encarga!

Que en Él confíe, Él no me falla.

Sea entre los hombres signo y semblanza,

me pide que abra mis brazos y sea su Palabra.

 

 

¡RESUCITA, DIOS DE LA TIERRA!

Mc 10,46-52

 

Pasan más de dos mil años

anunciando tu Palabra

que nos habla de otra vida,

mas nuestras vidas no cambian.

 

Por no saberte en la tierra,

Dios mismo en quienes llamas,

se han atrofiado las mentes,

no entendemos lo que hablas.

 

Pon tu luz en mi conciencia,

tus ojos en mi mirada,

en mi corazón, tu Espíritu,

y tu Palabra en mi alma.

 

Es el Dios que está en nosotros

quien resucitar aguarda,

no Jesús el que murió,

que no nos sirvió de nada.

 

¿Cómo resucitará

quien de vida nos hablara

si en Él no la advertimos

cómo razón de la Pascua?

 

¿Cómo, si el Dios del cielo

a poner su tienda vino

para ser Dios-con-nosotros,

pero no lo comprendimos?

 

Haz que entienda cuanto dices

y comprenda cuando me hablas,

así sabré que moriste

para que yo resucitara,

para que resucitara.

 

Somos el Dios de la tierra

quien dará razón al alba,

del comienzo de la vida

en todos resucitada.

 

 

UNA SOLA TIERRA, UN SOLO CORAZÓN

Hch 2.4

 

Muchos, creyendo estar vivos,

son como las tierras muertas,

y aunque siembran mil semillas,

se dispersan sus cosechas.

 

Sólo manteniendo el hambre

y estando, entre sí, sedientas

serán lo que deben ser:

¡todas, una sola tierra!

 

Una sola alma y un solo corazón,

así hemos de ser todos, uno en el amor.

Unidos por la vida, fiel y en comunión,

una sola tierra y un solo corazón.

 

Sobran las palabras, se tornan en traición,

no siempre tiene vida lo que hablamos de amor.

Debemos trabajar buscando lo mejor:

¡ser todos una tierra y un solo corazón!

 

Hay tierras que se perciben

lejanas en su apariencia,

hay corazones lejanos,

sus sangres, no son ajenas.

 

Son tierras y corazones

unidos allí en su esencia,

se gozan donde nacieron

y la misma meta sueñan.

 

 

UNA SOLA FAMILIA

Sal 128

 

Hoy nuestro mundo olvida valores,

los pierden los niños, también los mayores.

 

Las luces se apagan, lo oscuro se impone,

la gente va ciega con grandes temores…

¡es la ausencia de Dios!

 

Falta fe, falta paz y esperanza,

los pasos que damos ningún fin alcanzan.

 

Cantamos canciones que la vida no canta,

se forjan proyectos, fieles a ordenanzas…

¡sin que nazcan de Dios!

 

Tengamos confianza y esperanza en Él

a través del hombre y de la mujer,

y rescataremos la vida para toda la humanidad.

Y así mostraremos que confiamos en Dios,

buscando ser familia sin diferencias,

siendo juntos Enmanuel, Dios vivo en la tierra.

 

El valor Dios Padre se fue perdiendo,

hice Padre mío al de todos, al nuestro.

 

Al hacerlo así, su proyecto maté,

todas las mentes enloquecieron…

¡se hizo imposible creer!

 

Hay que rescatar el plan de Dios Padre

dando la vida a su proyecto.

 

Sintamos juntos la acción del Espíritu,

(el Hijo reveló el Padrenuestro…)

¡o haremos una farsa de Dios!

 

 

DIOS DE LA TIERRA

Ap 21,3

 

Cuántas tragedias padece el mundo,

cuántas demandas a Dios hacemos,

y cuántas veces Él no contesta:

parece sordo, guarda silencio.

 

Da la impresión de que no le importa

tanto dolor, hambre y sufrimiento,

y surge una luz que nos recuerda

lo que ya nos dijo en otros tiempos…

 

“Cuando en verdad seáis uno,

en la tierra me verá mi pueblo.

porque juntos-conmigo sois yo,

Enmanuel, el mismo Dios del cielo.

 

Y de todo eso que me piden,

dádselo vosotros, de lo vuestro.

Yo, desde los cielos, no haré milagros:

vosotros, Dios de la tierra, hacedlos.”

 

Cuanto menos afines seamos,

con más motivo hemos de hacerlo.

Y al buscar lo bueno que hay en todos,

Dios mucho más nos saldrá al encuentro

 

para hablarnos del Dios de la tierra,

y por qué razones no lo vemos.

Nos dirá que por cerrar los ojos

del alma que nos hace ir ciegos.

 

Sólo buscando con los distintos

en el Dios Uno nos fundiremos,

y si somos miembro libre y fiel,

con más sed ser cuerpo ansiaremos.

 

Y hallaremos al Dios de la tierra

fruto de la oración en silencio

y todos verán en los tejados

lo mucho rezado en lo secreto.

 

 

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LA TIERRA

Mt 6,13 - Mt 19,14

 

Padre nuestro, Padre de todos,

no eres nuestro sino eres de todos.

Padre de la vida, Padre del amor,

por eso, los niños, contigo son Dios.

 

Padre nuestro que estás en la tierra.

Todos te vemos y creemos en ti

cuando juntos somos como un solo niño.

 

Santificamos tu nombre porque así somos tú

y así vivimos tu Reino en nosotros.

¿Cómo vamos a hablar de tu Reino en la tierra

si no lo sentimos dentro de nosotros?

 

Tu voluntad la hacemos cuando todas las niñas y todos los niños,

los chinos, los indios, los chiapanecos,

los esquimales, los ucranianos, los pigmeos…

los sentimos a todos en nuestro corazón.

 

El pan que cada día nos regalas, te lo agradecemos de verdad

cuando nosotros vivimos para que lo tengan todos los niños,

porque igual que tú nos lo das a nosotros,

nosotros se lo damos a ellos.

 

Así todos entienden eso de que tú eres un Dios bueno,

que nos perdonas todas las cosas que no hacemos como tú quieres…

No permitas que olvidemos estas cosas,

y recuérdanos que las tenemos que vivir siempre aquí en la tierra,

igual que cuando estemos contigo en el cielo. Amén.

 

 

NO QUISO SER DIOS SIN SU PUEBLO

Mt 19,13-15

 

Dio Dios su vida a los niños,

su amado y querido pueblo.

En todos dejó su ser,

Él iba en todos ellos.

 

El Dios-Uno-Trinidad soñó,

en la tierra, el cielo

y dejó de ser Dios Solo

para ser Dios-con-su-Pueblo.

 

Dios, sin su pueblo, no quiso ser Dios,

no quiso ser Dios sin su pueblo,

no, ¡no quiso, no quiso ser Dios!

 

Por eso dijo a los hombres

que creían conocerlo:

“Si no seguís siendo niños

no construiréis mi Reino.

 

Ya está en vuestro corazón

y si no os parece cierto,

olvidasteis el ser niño

porque no os sentís pequeños”.