ENVEJECIENDO
Señor, tú sabes
mejor que yo, que estoy envejeciendo.
No permitas que me
haga charlatán
y sobre todo que no
adquiera el hábito
de creer que tengo
que decir algo
sobre cualquier
tema, en cada ocasión.
Libérame de las
ansias de querer arreglar
la vida de los
demás.
Que sea pensativo
pero no taciturno;
solícito pero no
mandón.
Con el vasto acopio
de sabiduría que poseo,
parece una lástima
no usarla toda,
pero tú sabes,
Señor,
que quiero que me
queden algunos amigos al final...
Mantén mi mente
libre de la
recitación de infinitos detalles del pasado.
Dame las alas para
ir derecho al grano.
Sella mis labios
para que no hable de mis achaques y dolores...
Ellos van en
aumento con el pasar de los años,
como también mi
gusto por recitarlos...
Pido la gracia de
poder escuchar con paciencia
el relato de los
males ajenos.
Enséñame la
gloriosa lección de que,
a veces, es posible
que esté equivocado...
Mantén en mí una
razonable dulzura.
No quiero ser
santo...
pero un viejo
amargado
es una de las obras
supremas del diablo.
Ayúdame a extraer
de la vida toda la diversión posible.
Nos rodean tantas
cosas divertidas,
que no quiero
perderme ninguna.
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