ATEÍSMO MILITANTE
¿Qué entiendo por “ateísmo militante”? Es el que se
aferra al derecho de pregonar que Jesús es un embuste o
Mahoma un farsante. Todos tienen derecho a no creer en
Dios y a manifestar esa forma negativa de fe. Pero no a
irrespetar la creencia de los cristianos, musulmanes,
judíos, indígenas o ateos.
La tolerancia y la libertad religiosa exigen que se
respeten la creencia o la increencia de cada persona.
Por tanto defiendo el derecho al ateísmo y al
agnosticismo. Mi dificultad reside en aceptar cualquier
especie de fundamentalismo, sea religioso o ateo.
Soy contrario a la confesionalidad del Estado, sea él
católico, como el Vaticano; judío, como Israel;
islámico, como Arabia Saudita; o ateo, como la ex Unión
Soviética. El Estado debe ser laico, fundado sobre
principios constitucionales y no religiosos.
No hay prueba científica de la existencia o inexistencia
de Dios, recordó el físico Marcelo Gleiser en el
encuentro en que preparamos el libro “Conversación sobre
Ciencia y Fe” (título provisional) que la Editorial Agir
publicará en los próximos meses. Gleiser es agnóstico.
Así como no tengo derecho a considerar a alguien
ignorante por ser ateo, nadie puede despreciar o agredir
la creencia religiosa de otros. Por eso defiendo el
derecho al ateísmo pero me niego a aceptar el ateísmo
militante.
Abogar por el fin de la enseñanza religiosa en las
escuelas, la retirada de los crucifijos de los lugares
públicos o del nombre de Dios en la Constitución, y
cosas parecidas, no tiene nada de ateísmo militante. Eso
es laicismo militante, que merece mi comprensión y
respeto.
El Dios en el que creo es el de Jesucristo, según
explicito en la novela “Un hombre llamado Jesús”. Es el
Dios que quiere ser amado y servido en aquellos que
fueron creados (hombres y mujeres) “a su imagen y
semejanza”.
No concibo una creencia abstracta en Dios. No doy culto
a un concepto teológico. Ni me molesto ante los dioses
negados por Marx, Saramago y la Asociación Nacional de
Ateos y Agnósticos. También niego los dioses del
capital, de la opresión y de la Inquisición. El
principio básico de la fe cristiana afirma que el Dios
de Jesús es reconocido en el prójimo. Quien ama al
prójimo ama a Dios, aunque no crea. Sin embargo la frase
inversa no es verdadera.
Ateísmo militante es, pues, profanar el templo vivo de
Dios: el ser humano. Eso es lo que practican los
torturadores, los opresores, los inquisidores y
pedófilos de la Iglesia Católica. Siempre que un ser
humano es sometido a sevicias y violado en su dignidad y
en sus derechos, el templo de Dios es profanado.
Prefiero un ateo que ama al prójimo a un devoto que lo
oprime. No creo en el dios de los torturadores y de los
protocolos oficiales, ni en el dios de los anuncios
comerciales y de los fundamentalistas obcecados; ni en
el dios de los amos de esclavos y de los cardenales que
alaban a los dueños del capital. En ese sentido también
yo soy ateo.
Creo en el Dios liberado del Vaticano y de todas las
religiones existentes y por existir. El Dios que precede
a todos los bautismos, que preexiste a los sacramentos y
desborda todas las doctrinas religiosas.
Libre de los teólogos, se derrama gratuitamente en el
corazón de todos, creyentes y ateos, buenos y malos, de
los que se creen salvados y de los que se creen hijos de
la perdición, así como de los que son indiferentes a los
abismos misteriosos de posmuerte.
Creo en el Dios que no tiene religión, creador del
Universo, dador de la vida y de la fe, presente en
plenitud en la naturaleza y en los seres humanos.
Creo en el Dios de la fe de Jesús, Dios que se hace niño
en el vientre vacío de la mendiga y se acuesta en la red
para descansar de los desmanes del mundo. Dios del arca
de Noé, de los caballos de fuego de Elías, de la ballena
de Jonás.
Dios que sobrepasa nuestra fe, disiente de nuestros
juicios y se ríe de nuestras pretensiones; se enfada con
nuestros sermones moralistas y se divierte cuando por
desesperación proferimos blasfemias.
Creo en el Dios de Jesús. Su nombre es Amor; su imagen
el prójimo.
Frei Betto
Adital