Teología del barro
Uno de los festivales religiosos más populares en la India
es el del dios Ganesh (Ganesh Chaturthi), y en él tiene
lugar una ceremonia que a primera vista choca un poco.
Se han moldeado de antemano literalmente miles de
imágenes de Ganesh, y ese día se llevan en procesión al
mar donde hay mar, y al río donde hay río, y se arrojan
a las aguas para que se disuelvan en ellas. Las imágenes
son de arcilla o barro o escayola, y desaparecen
rápidamente en las olas o corrientes.
Pero ¿qué quiere decir ese extraño rito?
Yahvé en el Sinaí mandó a Moisés que no se hicieran
imágenes de Dios. El peligro era y es tomar a la imagen
por la realidad. Imágenes de Dios hechas por nuestras
manos, por bellas que sean, son limitadas. Y conceptos
de la divinidad elaborados por nuestra mente, por nobles
y dignos que sean, son imperfectos.
Necesitamos imágenes y conceptos de Dios para dar forma a
nuestra fe, pero hemos de reconocer también su
limitación, ya que nuestras manos son de carne y nuestra
imaginación es de líneas y colores. Y la divinidad está
muy por encima de líneas y colores.
Deus semper maior. Dios siempre es más.
Los hindúes tienen las Letanías de los Mil Nombres de Dios
(Sahasra Nam), y después de cada nombre recitan la
respuesta “No es eso, no es eso” (neti, neti). Porque es
todo, y es más allá de todo. Todo adjetivo ha de ser
pronunciado... y descartado. Todo concepto nuestro de
Dios ha de ser apreciado, atesorado, amado..., y
trascendido.
Santo Tomás de Aquino llamaba a eso “la vía de la
afirmación, negación, y trascendencia.” Ese es el
proceso. Nos va a durar toda la vida..., y toda la
eternidad.
Hacemos bien en labrar imágenes de Dios en mármol para
significar su eternidad; y hacemos también bien en
moldear imágenes de Dios en barro para reconocer nuestra
cortedad. Reconocemos que Dios es infinito mientras
nuestro entendimiento es finito, y así expresamos a Dios
como hoy lo conocemos, y nos abrimos a como Él querrá
que lo conozcamos mañana.
Atesoramos nuestra imagen de hoy, y nos desprendemos de
ella ante la de mañana. Dios es siempre nuevo. El hebreo
no hacía imágenes de Dios. El hindú las renueva cada
año. Es el mismo gesto.
En el Japón visité un templo sintoísta que se destruye por
completo cada veinte años y vuelve a edificarse al lado
de manera distinta. Para no acostumbrarse. Otra vez el
mismo gesto.
El secreto de avanzar en el conocimiento de Dios es estar
dispuestos a arrojar al mar –con fe, con cariño, con
nostalgia, con reverencia, con devoción, con ilusión– la
imagen del año anterior.
Carlos A. Vallés S.J.
Español, escritor y profesor de matemáticas.
Vivió 50 años en India