LA REPÚBLICA FILOSÓFICA
En un delicioso diálogo entre Borges y Ernesto Sábato,
este pregunta qué opina de Dios.
Borges: "¡Es la máxima creación de la literatura
fantástica! Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es
nada comparado con lo que imaginó la teología".
Un siglo antes se le había adelantado Marx al afirmar
que la religión es la realización fantástica de la
esencia humana.
Esa idea es la culminación de dos procesos que pone en
marcha la modernidad en su crítica de la religión: la
interpretación antropológica del cristianismo y la
desmitificación de los textos del Nuevo Testamento.
Quien lleva a cabo la más radical lectura antropológica
de los dogmas del cristianismo es el filósofo alemán
Feuerbach en la más emblemática de las obras del ateísmo
humanista del siglo XIX, ‘La esencia del
cristianismo’, donde asevera que la religión es el
sueño del espíritu humano, la esencia divina es la
esencia humana, hablar de Dios es hablar del ser humano
y el misterio de la teología es la antropología.
El libro hizo furor entre los jóvenes hegelianos, hasta
el punto de que uno de sus dirigentes, Arnold Ruge,
resumió así la nueva situación político-cultural: "Dios,
la religión y la inmortalidad quedan depuestos y se
proclama la república filosófica".
Quienes llevan hasta sus últimas consecuencias el
humanismo de Feuerbach son otros dos filósofos alemanes:
Marx y Nietzsche.
Para Marx, la lucha contra la religión es la lucha
contra el otro mundo, del que la religión es el aroma
espiritual. Una vez que ha desaparecido el más allá de
verdad, la tarea intelectual consiste en averiguar la
verdad del más acá. Ahora, la crítica del cielo se
convierte en la crítica de la tierra, la crítica de la
religión pasa a ser la crítica del derecho y la crítica
de la teología se torna crítica de la política.
Nietzsche da un paso más.
Una vez que Dios ha muerto y se ha demostrado vana la
promesa de salvación en otro mundo después de la muerte,
la única fidelidad a mantener es a la tierra y la
respuesta a la pregunta por el sentido hay que buscarla
en la historia: "¡Hermanos míos, permaneced fieles a la
tierra!", es su exhortación compulsiva en
‘Así hablaba Zaratustra’.
El proceso de desmitificación del Nuevo Testamento tiene
lugar en la Ilustración y llega a su zenit con la
conferencia pronunciada por el teólogo Bultmann en 1941
sobre Nuevo Testamento y mitología, en la que propone un
ambicioso programa cuya idea central es la existencia de
una distancia abismal entre nuestra concepción del
mundo, que es científica, y la que ofrece el Nuevo
Testamento, que es mítica. Es esa imagen la que hay que
desmitificar, cree Bultmann, para que emerja el mensaje
central del Evangelio, que es palabra viva de salvación
para la humanidad.
Este programa, asumido por los teólogos cristianos en
diálogo con la modernidad, toca de lleno la línea de
flotación de los dogmas del cielo, el infierno y, por
supuesto, el purgatorio, cuya existencia fue negada por
Lutero por carecer de base bíblica.
¿En qué quedan, entonces, los premios que prometían y
los castigos con que amenazaban los predicadores de los
Novísimos en nuestra infancia nacional-católica? ¿En
pura "creación de la literatura fantástica"?
Juan José Tamayo
El País, 16/01/2011