DISCURSO DEL PRESIDENTE ZAPATERO
EN EL
DESAYUNO DE ORACIÓN DE EEUU
«Presidente, Congresistas, señoras y señores, gracias.
Gracias por invitarme a participar, en nombre de mi país, en
nombre de España, en uno de los actos de mayor tradición y
simbolismo en la sociedad americana. Gracias a los Senadores
Klobuchar e Isakson, y permítanme que les hable en
castellano, en la lengua en la que por primera vez se rezó
al Dios del Evangelio en esta tierra.
Nadie
como ustedes conoce el valor de la libertad religiosa. Sus
antecesores huyeron de la dominación y para que nunca les
fuera arrebatada la libertad fundaron este país, una nación,
los Estados Unidos, alumbrada en la democracia, que no ha
dejado de crecer bajo su fuerza; que abolió la esclavitud,
reconoció la igualdad de voto y proscribió la
discriminación; que ha ensanchado el pluralismo, la
tolerancia y el respeto a todas las opciones y creencias.
Conquistas admirables, admirables a ojos de un demócrata que
vive en una de las naciones más antiguas del orbe, España;
una nación también diversa, forjada en la diversidad y
renovada en su diversidad; una nación también americana, «la
más multicultural de las tierras de Europa, España celta e
ibera, fenicia, griega, romana, judía, árabe y cristiana»,
sobre todo cristiana, como ha caracterizado desde
Latinoamérica Carlos Fuentes a nuestro país.
Nuestros
dos países deben mucho a quienes han venido de fuera. No se
entienden sin ellos, sin los que, a lo largo del tiempo, han
llegado a nuestra tierra y, conviviendo, se han convertido
en »nosotros«, en lo que somos.
Permítanme que les lea un pasaje de la Biblia, del capítulo
24 del Deuteronomio:
«No
explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de
tus compatriotas o un extranjero que vive en alguna de las
ciudades de tu país. Págale su jornal ese mismo día, antes
de que se ponga el sol, porque está necesitado y su vida
depende de su jornal».
No
dejemos de velar por la buena integración de quienes han
venido a trabajar y a convivir a nuestros países; no dejemos
de velar también por aquellos a los que no podemos acoger
entre nosotros, y pasan hambre y miseria en tantos lugares
de la Tierra, como las personas que viven en Haití y cuyo
infortunio nos ha movido a hacer un gran ofrecimiento de
solidaridad; una solidaridad que nos reconcilia con nuestra
condición misma de seres humanos, vulnerables y fraternos, y
que no debe diluirse en el olvido.
Asimismo,
quiero proclamar el más sentido compromiso con los hombres y
las mujeres que en nuestras sociedades padecen, en estos
tiempos difíciles, la falta de trabajo. Todos ellos deben
saber que no hay tarea de la que, como gobernantes, nos
sintamos más responsables y que no hay tarea que nos acucie
más que la de favorecer la creación del empleo.
Hoy mi
plegaria quiere reivindicar igualmente el derecho de cada
persona, en cualquier lugar del mundo, a su autonomía moral,
a su propia búsqueda del bien. Hoy mi plegaria quiere
reivindicar la libertad de todos para vivir su propia vida,
para vivir con la persona amada y para crear y cuidar a su
entorno familiar, mereciendo respeto por ello.
La
libertad es la verdad cívica, la verdad común. Es ella la
que nos hace verdaderos, auténticos como personas y como
ciudadanos, porque nos permite a cada cual mirar a la cara
al destino y buscar la propia verdad. Pero la tolerancia es
mucho más que la aceptación del otro; es descubrir, conocer
y reconocer al otro. El desconocimiento del otro está en la
raíz de los conflictos que amenazan a la Humanidad y ponen
en peligro nuestro futuro. El odio nace de la ignorancia y
la concordia se construye sobre el conocimiento. También la
paz.
España ya
fue en el pasado ejemplo de convivencia entre las tres
religiones del Libro (Judaísmo, Cristianismo e Islam), y hoy
defiende en el mundo la tolerancia religiosa y el respeto a
la diferencia, el diálogo, la convivencia de las culturas,
la Alianza de las Civilizaciones. Lo hacemos con tanta
convicción como rechazamos las afirmaciones excluyentes, la
superioridad moral, el absolutismo o el fundamentalismo
intransigente.
Estados
Unidos sabe, como también lo sabe España, que la utilización
espuria de la fe religiosa para justificar la violencia
puede ser enormemente destructiva y qué mejor momento que
este Desayuno de Oración para que recordemos juntos, para
que honremos juntos, a nuestras víctimas del terrorismo,
porque juntos también defendemos la libertad allí donde se
ve amenazada.
Señor
Presidente, Congresistas, señoras y señores, Ya sea con una
dimensión trascendente o cívica, la libertad es siempre el
fundamento de la esperanza, de la esperanza en el futuro.
Por la libertad, así como por la honra -se dice en El
Quijote, la obra literaria más importante escrita en
español- se puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a
los hombres. La libertad es uno de los más preciosos dones
que a los hombres dieron los cielos.
Que ese
don siga iluminando a América y a todos los pueblos de la
Tierra. Muchas gracias».
José Luís Rodríguez Zapatero