VENTANA ABIERTA     

                             
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¿QUÉ ES NAVIDAD?

 

 

1.

Hace 2003 años, seguramente unos siete más, en algún mes distinto del de diciembre, nació un niño de una familia muy humilde y sin relieve alguno, en un pueblecito llamado Nazaret, villorrio sin importancia alguna, de una provincia fronteriza de un apartado lugar del imperio romano, carrefour de civilizaciones ancestrales, denominado Palestina.

 

Ese niño fue el llamado Jesús de Nazaret que transformó la historia de Occidente y con ella del mundo. ¿Qué hizo este hombre para tener tamaña influencia?

 

Cuando dejamos la narración y emprendemos la reflexión, la argumentación y el intento de razonar lo ocurrido, resulta que no es nada fácil dar con unas cuantas claves explicativas. Aquel hombre, Jesús, hizo poco. Tres años, o a lo máximo siete, de actividad, no dan para mucho. Sobre todo siendo -como nos dicen los estudiosos- una suerte de predicador ambulante, de predicador curandero, que desarrolló su actividad alrededor de unas cuantas pequeñas ciudades acostadas junto al  lago de Genesaret.

 

Lo extraordinario es que fue capaz de verter unas semillas transformadoras en el corazón y las expectativas de unos hombres y mujeres. Desde entonces aquellos hombres y mujeres que tuvieron contacto con él ya no vieron igual la realidad ni la vida.

 

Soñaron que era posible un mundo distinto, donde todos fuéramos iguales, un hogar de fraternidad en vez de un bosque lleno de alimañas; una casa de acogida con calor y pan candeal para todos, especialmente para los que llegaban más malheridos; una sociedad de seres humanos dignos y reconocidos sólo al mirarnos a los ojos, sin necesidad de acudir a papeles y documentos de identidad.

 

La novedad desconcertante fue que dijera que una sociedad así era lo que Dios quería, sin importarle tanto ni Templos ni culto ni ofrendas ni rezos.

 

A mí me suena escandalosamente nuevo todo esto. Lo sé con la cabeza y aún así se me olvida lo fundamental. ¿Lo aprenderé Señor con el corazón y la vida? Esta Navidad quisiera que así fuera. Que me abriera a tu novedad, a tu escándalo y me dejara traspasar por ella.

 

No quiero aprender otras novedades, esta es la única que me sana y salva. Tú eres un Dios encarnado que se descubre y vive en medio de la realidad de la vida y del mundo. Que yo te vea y te sienta en la vida y en el mundo, Señor.

 

2.

Los Evangelios de la Infancia cuentan, al modo de una parábola llena de imágenes, lo que iba a ser tu vida: una señal de contradicción. Especialmente frente a los poderes de este mundo, tanto políticos como religiosos. No te iban a entender y les ibas a resultar peligroso. Y los que te aceptaron eran los pobres y marginados, como los pastores.

 

No te acabo de entender, Señor. No termino de aceptar tu inversión de valores y dignidades. Mi corazón se resiste a un Dios que aparece pobre e impotente. Y, sin embargo, por otra parte, esta es la gran esperanza que me atrae e ilumina este mundo: Dios se ha hecho débil y comparte nuestra vida; Dios opta por lo pequeño y por los pobres.

 

Señor, da un vuelco a mi corazón en estas navidades. Hazme más sensible al dolor ajeno, al sufrimiento de los más débiles. Dame ojos para ver tu presencia implorante en las calles de mi ciudad y en la realidad de mi mundo. Dame la opción seria por ti, es decir, por el doliente y el oprimido. Concédeme la gracia de poder colaborar a humanizar un poco este mundo.

 

3.

Se dice que la revolución de Jesús de Nazaret consistió en elevar el amor sobre cualquier otro estatuto.

 

No es la ley, ni las constituciones bien hechas, de acuerdo a la experiencia y la razón jurídica o científica, la que nos proporcionará la paz, la humanidad y la justicia, sino el amor.

 

Este mensaje suena a ingenuidad. Una tremenda ingenuidad viendo nuestro mundo y contemplando la historia de la humanidad. Gordon Childe nos dirá que desde el paleolítico el hombre no ha dejado de ser un carnicero para el otro ser humano. ¿Qué garantías tiene el amor de salir triunfante de semejante historia? Ninguna, parece.

 

Y, sin embargo, cada día y cada instante donde se hace la experiencia de saltar por encima de la ley y aplicar el corazón y las manos abiertas, escuchamos el latir de una promesa de felicidad. Y atisbamos que merece la pena, aunque se necesita mucho coraje para creer en ella y para llevarla a cabo.

        

Navidad es la apuesta de Dios por el amor. Se encarnó, nació de mujer, nació bajo la ley de lo humano. La flaqueza humana es asumida y transfigurada por Dios. Los pequeños brotes de entrega y amor se elevarán hasta el cielo y encontrarán un futuro por toda la eternidad.

 

Déjame, Señor, quedar mudo ante ti. Adoro tu despojo de grandeza y tu entrega en la debilidad. Acepto la oferta de tu amor. Quiero dejarme apresar por la locura de tu amor.

 

4.

Preguntar por la Navidad es preguntarse por el núcleo del cristianismo. Celebrarla es festejar nuestra fe en la encarnación de Dios.

 

Me sorprendió mucho que un estudioso de las religiones como Mircea Eliade dijera que los cristianos necesitábamos otros dos mil años para entender la afirmación de la Encarnación de Dios en un hombre. Es una afirmación tremenda: Dios se ha acercado tanto que se mete en nuestra misma carne.

 

A esperar o creer tanto no se había atrevido nadie. Por eso el escándalo del cristianismo comienza aquí. Presentamos un Dios con nosotros (Enmanuel), hasta el punto que se hace uno como nosotros. No es extraño que ya Pablo mirara este abajamiento de Dios, el Altísimo, como el inicio de todo lo que vendría después.

 

Y si entendemos bien a Lucas y su anunciación, estamos llamados, todos, a engendrar a Dios en cada uno de nosotros. Tenemos que ser otras Marías, otros oyentes de la Palabra que la reciban, acojan y la hagan crecer en su seno. A todos se nos ofrece Dios para encarnarse en nosotros. Esta Navidad también nos pide permiso para entrar en nuestra vida y para crecer dentro de nosotros.

 

¿Qué diremos? Quiero decir con la vida, ven. Quiero abrir el hueco de mi existencia para que tú lo llenes. Estoy insatisfecho incluso de las cosas que más me llenan. Necesito un Amor que las colme y las plenifique. Necesito un Salvador. Ven Señor Jesús.

 

5.

Hoy vengo ante tu nacimiento

deseoso de entender un poco

tu Misterio de Amor.

El Altísimo se hace el Bajísimo,

la Omnipotencia se torna flaqueza,

la Fuerza y el Poder se cambian en debilidad,

la Riqueza plena se despoja hasta la marginación,

Dios entra en la vida humana haciéndose niño.

Te haces dependiente de mí y de todos,

para elevarnos y endiosarnos a  todos.

Eres el Dios con nosotros,

la vida compartida,

la tienda puesta entre nuestras casas.

Aspiras nuestro aire y nuestros olores,

nuestras penas y nuestras alegrías,

nuestras ansias y nuestras frustraciones.

Nos acompañas cada día y cada segundo,

estás más presente a mi vida que mi propio aliento.

No haces nada y me sostienes siempre.

Eres el estímulo de mi libertad y de mis búsquedas,

el dinamismo de mi dinamismo,

el impulso de todo lo mejor de mi vida.

Señor encarnado, Dios de la cercanía,

te adoro, te alabo y te doy gracias.

Mi corazón se alegra con tu llegada

de cada instante y cada día,

de tu Navidad permanente

en nuestra humanidad llagada

y en mi corazón ansioso.

 

 

José María Mardones

 

Navidad 2003

 

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