RESCATAR LO QUE PERDIMOS
Durante la Eco-92, en Rio de Janeiro, 1600 científicos,
entre los cuales había 102 Premios Nóbel de 70 países,
lanzaron el documento Llamamiento de los científicos a
la Humanidad. En él decían:
«Los seres humanos y el mundo natural siguen una
trayectoria de colisión. Las actividades humanas
desprecian violentamente -y a veces de forma
irreversible- el medio ambiente y los recursos vitales.
Urge realizar cambios fundamentales si queremos evitar
esa colisión a la que nos conduce el rumbo que
llevamos».
Fue una voz en el desierto. Pero ahora, en el contexto
actual, cuando los datos empíricos señalan las graves
amenazas que pesan sobre el sistema de la vida, aquellas
palabras adquieren actualidad. No conviene menospreciar
el valor de aquel llamamiento.
Frente a la crisis ecológica podemos alimentar dos
actitudes: señalar los errores cometidos en el pasado,
que nos han conducido a la presente situación, o
rescatar los valores, los sueños y las experiencias que
dejamos atrás y que pueden ser útiles para inventar lo
nuevo. Prefiero esta segunda actitud. Por eso vale la
pena hacer un replanteamiento del momento presente
enumerando, más que profundizando, diez puntos
cruciales.
El primero es rescatar el principio de la re-ligación:
todos los seres, especialmente los vivos, son
interdependientes y son expresión de la vitalidad del
Todo que es el sistema-Tierra. Por eso todos tenemos un
destino compartido y común.
El segundo es reconocer que la Tierra es finita, un sistema
cerrado como una nave espacial, con recursos escasos.
El tercero es entender que la sostenibilidad planetaria
sólo estará garantizada mediante el respeto a los ciclos
naturales, consumiendo con racionalidad los recursos no
renovables y dando tiempo a la naturaleza para que
regenere los renovables.
El cuarto es el valor de la biodiversidad, pues es la que
garantiza la vida como un todo, ya que propicia la
cooperación de todos con todos, con vistas a la
supervivencia común.
El quinto es el valor de las diferencias culturales: todas
ellas muestran la versatilidad de la esencia humana y
nos enriquecen a todos, pues en lo humano todo es
complementario.
El sexto es exigir que la ciencia se haga con conciencia, y
que sea sometida a criterios éticos para que sus
conquistas beneficien más a la vida y a la humanidad que
al mercado.
El séptimo es superar el «pensamiento único» de la ciencia
y valorar los saberes cotidianos, de las culturas
originarias y del mundo agrario, porque ayudan en la
búsqueda de soluciones mundiales.
El octavo es valorar las virtualidades contenidas en lo
pequeño y en lo que viene de abajo, pues en ellas pueden
estar contenidas soluciones mundiales, bien explicadas
por el «efecto mariposa».
El noveno es dar centralidad a la equidad y al bien común,
pues las conquistas humanas deben beneficiar a todos, y
no -como actualmente- a sólo el 18% de la humanidad.
El décimo -el más importante- es rescatar los derechos del
corazón, los afectos y la razón cordial, que fueron
relegados por el modelo racionalista, y que es donde
reside el nicho de los valores.
Estos puntos representan visiones humanas que no pueden ser
desperdiciadas, pues incorporan valores que podrán
alimentar nuevos sueños, nutrir nuestro imaginario y,
principalmente, fomentar prácticas alternativas. Somos
seres que olvidan y recuerdan, y que siempre pueden
rescatar aquello a lo que no se le dio oportunidad en el
pasado, para darle ahora la oportunidad de realizarse.
Quien sabe si por ahí encontraremos una salida para la
mortificante crisis actual.
Leonardo Boff
Koinonía
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