LIBROS     

                             
                              

 

                             cristianos siglo veintiuno
ÍndicePágina Principal

 

 

 

 

Ser auto-idénticos

 

 “Cuida ante todo de ser siempre igual a ti mismo” (Séneca)

 

 

Ser “iguales a nosotros mismos” es estar en conexión con lo que nos hace ser nosotros mismos. Equivale, paralelamente, a despojarnos de toda simulación –no temer mostrar o expresar lo que somos– y de toda pretensión –no pretender ser lo que no somos ni obstinarnos en ser algo en particular-.

 

Es una coherencia y una honestidad radical respecto de nuestro propio ser, nuestra propia situación y nuestra propia verdad, aquí y ahora.

 

No somos iguales a nosotros mismos, por ejemplo…

·         cuando ocultamos nuestro amor si no tenemos garantías de ser correspondidos,

·         o bien, simulamos un amor que no sentimos.

·         Cuando decimos admirar a ciertas personas y, secretamente, envidiamos a otras.

·         Al invertir nuestro tiempo con quienes no queremos estar.

·         Cuando, si somos educadores, ocultamos antes nuestros alumnos nuestra ignorancia respecto a alguna cuestión;

·         en general, cuando ocultamos nuestros límites y nuestra vulnerabilidad.

·         Si fingimos ser más o menos de lo que somos.

·         Cuando algo que hicimos ayer nos hace sentir mal y nos paraliza en el presente.

·         Cuando creemos que un medio no del todo honesto está justificado porque nos permite lograr un bien futuro.

·         Al ocultar nuestros gustos y aversiones reales.

·         Si no hacemos ni decimos algo porque tememos decepcionar a quienes tienen una idea excelsa de nosotros.

·         Cuando nos expresamos solo a medias.

·         Cuando buscamos en un título o en el hecho de ocupar un rango institucional o social la seguridad y la autoridad que no sentimos cuando nos presentamos ante los otros, sin más, como seres humanos.

 

El libre hace libres a los demás. Ser libremente lo que se es, expresarse de forma espontánea y auténtica, es el mayor regalo que nos pueden hacer.

 

Ello requiere un alto grado de aceptación propia. A su vez, es precisamente esta aceptación propia la que permite aceptar realmente a los demás y que los demás se sientan aceptados. Sin lo primero no puede darse lo segundo.

 

 

extractado por Paz Rosales

 

Tomado del libro “La sabiduría recobrada” de Mónica Cavallé