Generar utopía
La función propia de las religiones no es gobernar,
sino generar utopía.
Esta
frase que dijo Leonardo Boff en una conferencia que hace
tiempo le escuché en la basílica de Santa María del Pi, en
Barcelona, me ha venido ahora a la memoria al leer el
evangelio de Lucas 13, 10-17. Y haciendo cábalas
sobre una y otro, se me ocurre lo que ahora escribo.
La
humanidad avanza hacia su omega por sendas que en tiempos
remotos eran desconocidas o bien se creían impracticables.
«Las utopías de antaño son realidades hogaño». No sé quien
lo dijo, pero es bien cierto. La imaginación, la fantasía,
el deseo de ir más allá, inherente a la naturaleza humana,
es lo que nos guía. Y nos acercamos a la utopía cada vez que
realizamos un sueño que parecía imposible.
Por un
don del Creador o de la naturaleza humana -según se mire
desde una perspectiva religiosa o antropológica- la utopía
nace y crece en el interior de cada ser humano, desde donde
se extiende a la sociedad. Es un proceso de crecimiento
interno, luego es lento, requiere dedicación y tiempo. El
papel que ahí han jugado y juegan las religiones, la
filosofía, la educación y los conocimientos adquiridos a lo
largo de los tiempos son las herramientas de las cuales nos
hemos valido durante siglos y podemos valernos todavía para
llevar a cabo esta labor de avanzar personal y socialmente.
Si la
frase de Boff me movía a preguntarme de qué modo la religión
que conozco genera utopía, el evangelio que he citado me
sugiere algunas respuestas.
En
esta narración el evangelista nos presenta un Jesús lleno de
compasión que antepone el bien de la mujer enferma a la
norma religiosa. Nos muestra también la indignación del jefe
de la sinagoga ante esta no observancia del sábado. Nos
muestra la contundente contestación de Jesús. Y finalmente
nos dice como reaccionaban quienes estaban presentes.
No me
cabe la menor duda de que una actitud como la de Jesús es un
avance hacia la utopía. Lo es todo cuanto nos mueve a la
empatía, a la compasión, a actuar gratuitamente para aliviar
el sufrimiento ajeno dejando de lado prejuicios, normas
sociales o religiosas. En la medida en que quienes dicen ser
seguidores de Jesús sigan ese ejemplo contribuirán a avanzar
hacia la utopía.
En
cambio, tal como bien nos muestra ese pasaje del evangelio
de Lucas, la religión no camina hacia la utopía cuando pone
en primer plano las normas eclesiásticas, como hace el jefe
de la sinagoga.
-
Cuando considera más importante el cumplimiento de la
Ley que la bondad del corazón, la generosidad, la
compasión.
-
No
lo es cuando centrándose en si misma afirma ser la única
y verdadera revelada por Dios a los humanos.
-
Cuando trata de imponer sus dogmas y creencias a toda la
sociedad, valiéndose para tal fin de los poderes
terrenales y entrando en connivencia con gobiernos
corruptos, asesinos, genocidas, responsables de
políticas generadoras de desigualdad social, de pobreza,
de hambre, de miseria...
-
Cuando arrastra a sus seguidores hacia actitudes
fundamentalistas.
-
Cuando impone en su interior un único pensamiento,
acallando las voces de quienes cuestionan la doctrina
oficial o la conducta de la jerarquía que se refugia
bajo la cúpula vaticana.
-
Cuando busca para sus organizaciones dinero de las arcas
públicas de los diversos estados en donde tiene un
número de seguidores suficiente para presionar a los
gobiernos y exige para sí ventajas que no tienen el
resto de las entidades de esa sociedad.
-
Cuando trata de imponer sus criterios en sociedades
laicas y religiosamente plurales.
No, no
pienso que pueda ser considerada cristiana cuando tal hace,
por más que diga, si lo cristiano es seguir el ejemplo de
Jesús.
Tampoco es un avance hacia la utopía la actitud sumisa, o si
más no silenciosa, de los fieles. Este evangelio de Lucas
nos muestra la actitud contestataria de Jesús.
«¡Hipócritas!», les llama de una forma clara y contundente,
sin andarse con rodeos. No le hace una respetuosa reflexión,
como las que de vez en cuando hacen algunas organizaciones
católicas a sus autoridades eclesiásticas, en las cuales
queda bien claro que no desean quebrantar la obediencia que
les garantiza seguir dentro del seno de la Iglesia. No, en
esa narración Jesús contesta sin temor a molestar al jefe de
la sinagoga.
Luego
esto me invita a pensar que no es mediante el pusilánime
respeto que los católicos caminarán hacia la utopía, sino
mediante la contundente contestación a las actitudes
hipócritas de la jerarquía eclesiástica cuando ésta hace y
dice lo políticamente correcto aun cuando este hacer sea
contrario a las enseñanzas del evangelio o a los logros
humanos de justicia equitativa.
Podríamos citar aquí la discriminación de la mujer que hace
la Iglesia, la oposición ante leyes civiles que otorgan los
mismos derechos a personas de distintas tendencias sexuales,
la negativa del Estado Vaticano a firmar la Declaración
Universal de Derechos Humanos, el apoyo de autoridades
eclesiásticas a agitadores políticos... La lista puede ser
larga y a buen seguro que cada cual puede hacer la suya.
Y
finalmente, que esta actitud silenciosa, anticontestataria
de la población cristiana ante las conductas inaceptables de
su jerarquía no son camino hacia la utopía nos lo deja
bastante claro el versículo 17 de este pasaje: «cuando decía
estas cosas, sus adversarios quedaban abochornados, mientras
que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía».
Está
claro que una buena manera de mover hacia actitudes
reflexivas a quienes detentan el poder es contestarles las
actuaciones no debidas, en tanto que callarse es tanto como
hacerse cómplice de sus decisiones. «Quien calla otorga»,
dice el refrán, y aunque siempre habrá quienes tengan
interés en pensar lo contrario, la mayor parte de quienes
observamos desde fuera así lo vemos. Y una buena forma de
atraer a quienes dispersan las actitudes farisaicas y
ambivalentes del clero es contestarlas, oponerse a ellas y
actuar de un modo parecido al que Lucas 13, 10-17 nos
dice que actuó Jesús.
Razón
tenia, en mi opinión, Leonardo Boff al decir lo que hemos
señalado. La religión no debe tratar de gobernar ni directa
ni indirectamente, porque gobernar es poner leyes y obligar
a la población a cumplirlas. La religión debe servir para
transformar interiormente a las personas, para generar en su
mente esa utopía de la que están llenas las enseñanzas de
Jesús, para animarles a contestar toda forma de opresión
mental, moral, social, política, religiosa... Y eso no se
hace mediante leyes y presiones sino a través del ejemplo.
Espero
no haber divagado demasiado.
Luz,
paz y gozo a todas y a todos.
Pepcastelló