LOS MISMOS DESAFÍOS
DIEZ AÑOS DESPUÉS DEL 11-S
Lo siento. Voy a incurrir en el vicio de las efemérides.
Estos días se va a mirar la primera década del siglo XXI
desde la óptica de los atentados del 11 de septiembre de
2001. Y no me resisto a añadir mi voz a este ruido
universal.
Mi idea es muy simple.
Los atentados y lo que siguió no han sido más que una
distracción de los grandes desafíos globales que
afrontamos en esta primera parte del siglo.
A las 14:45 de aquel día hablaba por teléfono con un
colega húngaro para organizar en su país el rodaje de
una parte del reportaje de En Portada dedicada a la
ampliación de la Unión Europea (“La
Europa que viene”
se llamó). Ni que decir que dejamos la conversación y
nos entregamos desconcertados y fascinados al
seguimiento informativo del acontecimiento.
Lo cuento porque en algún momento se pensó suspender la
producción del reportaje previsto, porque parecía que
hablar de un tema como la ampliación de la Unión Europea
estaba fuera de lugar. Afortunadamente el reportaje se
hizo y la ampliación también.
Europa se dividió desde Washington en la
nueva y la
vieja Europa. La cuña no hizo sino debilitar
el proyecto europeo, pero desde luego ni Rumsfeld ni
Bush son responsables de las dificultades que hoy
vivimos. El euro y la ampliación, indudables saltos
adelante, llevaban en su seno tan potentes
contradicciones que tenían que estallar tarde o
temprano, con o sin 11-S, con o sin guerra de Irak.
Cuando regresé de aquel viaje encontré algunas
modificaciones de mobiliario en la redacción. A mi
comentario espontáneo de “¡Cómo ha cambiado esto”, un
directivo de TVE que andaba por allí me apostilló: “Ha
cambiado y han cambiado muchas cosas; el mundo ha
cambiado”.
Ese era el espíritu,
el mundo ha cambiado y las viejas reglas de la
civilización ya no sirven. O dicho de manera
castiza,
dejémonos de las gilipolleces de los derechos humanos.
En el otoño del 2001 apenas barruntábamos lo que se nos
venía encima, no ya violaciones sistemáticas de los
derechos humanos, sino el intento de revertir todo el
desarrollo civilizatorio del último medio siglo. La foto
del trío de las Azores fue el icono de ese proyecto. Y
las fotos de Abu Ghraib su reverso icónico.
The War on Terror de Bush y sus mamporreros mediáticos fue un gran fiasco. Con Obama
pensamos que se revertía completamente aquella
tendencia, pero no ha podido o no ha querido terminar
como prometió con una de sus manifestaciones más
infames, Guantánamo. Y para colmo, el broche final de la
ejecución extrajudicial de Bin Laden.
Hemos recuperado el relato de los derechos humanos,
pero, una vez más, cada cual lo manipula a su
conveniencia. Pero al menos no se cuestionan de modo
radical las viejas reglas de la civilización.
Vuelvo al principio.
Los desafíos son los mismos de 2001, pero más dramáticos.
El mayor, la crisis energética-climática e íntimamente
relacionada a esta la crisis del sistema capitalista,
despilfarrador y no ya injusto, sino sacrificando la
producción al casino financiero.
Poco antes del 11-S en Estados Unidos empezaba a
engrosarse la burbuja inmobiliaria para -en una carrera
suicida- neutralizar las consecuencias negativas del
pinchazo de otra burbuja, la punto.com.
No se ha producido el choque de civilizaciones, sino,
más bien, la implosión del sistema capitalista. En 10 años no
afrontamos el calentamiento climático, abandonamos los
objetivos del milenio, llenamos de fronteras crueles e
ineficaces la fortaleza del mundo rico, seguimos
despilfarrando recursos, permitimos una multiplicación
estratosférica de la desigualdad… mientras nos distraían
con guerras que solo sirvieron para llevar el caos a
esos países y reforzar el terrorismo yihadista. O para
ser más exactos, guerras que alimentaron la crisis de
las deudas soberanas.
Ha sido una década perdida.
Hoy vivimos dos fenómenos conectados: una crisis
sistémica y una nueva ola democratizadora, que se
extiende por el mundo árabe-musulmán y que se manifiesta
entre nosotros en el movimiento de los indignados, que
no sabemos si serán una verdadera fuerza de cambio o
terminará por convertirse en un simple movimiento
populista antipolítica.
En esa década perdida fueron inmoladas miles, centenares
de miles, de víctimas inocentes en Nueva York, Madrid,
Londres, Bali o Estambul, pero también desde luego en
Irak, Afganistán, Yemen o Pakistán. Mi homenaje a todas
ellas.
Rafael Díaz Arias
05 Sep 2011
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