MARÍA DE MAGDALA,
PIONERA DE LA IGUALDAD
22
de julio, fiesta de María Magdalena
A
cuantas personas y organizaciones luchan
por
la emancipación de las mujeres,
con
mi solidaridad fraterno-sororal
¿Pecadora (arrepentida), prostituta (penitente), endemoniada
(curada por Jesús), mujer sensual, arquetipo de las
sexualidad femenina (¡puro sexo!), sirvienta, amiga, amante,
esposa de Jesús de Nazaret?
Éstas y
otras imágenes similares de María Magdalena están tan
grabadas, casi a fuego, en el imaginario religioso de la
gente, sea cristiana o no, que no son fáciles de desmentir.
Responsabilidad no pequeña tienen, al menos en la imágenes
más negativas, algunos evangelistas, especialmente Lucas,
que dice que de la Magdalena “habían salido siete demonios”
y, de otras mujeres seguidoras de Jesús que “habían sido
curadas de espíritus malignos y de enfermedades” (Lc 8,2).
No están
exentos de responsabilidad los intérpretes varones del Nuevo
Testamento, que relacionan a María Magdalena con la pecadora
perdonada que besa los pies de Jesús, los unge con perfume y
los seca con sus cabellos.
Las
representaciones que acentúan su desbordante sensualidad
proceden sobre todo del mundo pictórico. Las imágenes más
morbosas que tienen que ver con la relación afectiva de
Jesús con María Magdalena han sido reforzadas y amplificadas
recientemente por obras literarias y cinematográficas de
ficción, algunas de dudosa calidad artística como El
Código da Vinci.
¿Responden estas imágenes a la realidad o son mera ficción
literaria? ¿Pertenecen a la historia o a la leyenda? ¿La
María Magdalena así descrita es un personaje real o
puramente imaginario?
Sobre su
existencia no parece haber dudas. Las pruebas son tozudas al
respecto como demuestran investigaciones recientes de gran
solidez científica en el terreno histórico-critico. Sirvan
dos como botón de muestra.
·
Una es La resurrección de María Magdalena, de Jane
Schaberg (Verbo Divino, Estella, 2008), rigurosa
investigación interdisciplinar de las fuentes cristianas
canónicas de la Biblia hebrea y del Testamento cristiano,
así como de los escritos gnósticos y de la arqueología, del
arte y de las leyendas, que recupera la figura de María
Magdalena liberada de las imágenes negativas que sobre ella
han construido la ideología patriarcal desde los propios
textos canónicos hasta la exégesis actual.
·
Otra es La historia oculta. María, madre de Jesús, y
María Magdalena, de Lluís Busquets Grabulosa (Destino,
Barcelona, 2009), que, analizando los mismos textos de la
obra anterior, deja sin argumentos la contraposición que
algunas comunidades cristianas establecieron interesadamente
entre María de Nazaret, considerada madre virginal de Jesús
y de los creyentes cristianos, y María Magdalena, comparada
con la Eva pecadora.
A pesar
de su fuerte sesgo patriarcal y androcéntrico, los llamados
evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) ofrecen
una imagen de María Magdalena diferente de los estereotipos
vigentes.
La
ciudadana de Magdala pertenecía al grupo de seguidores y
seguidoras de Jesús de Nazaret de la primera hora, es decir,
acompañaba a Jesús desde el comienzo del movimiento en
Galilea.
Quizás
formara parte del colectivo de mujeres galileas que
disponían de autonomía económica y se reunían para celebrar
comidas comunitarias, realizar prácticas de curaciones y
celebrar encuentros de reflexión teológica. Este movimiento
se inscribía en las luchas emancipatorias contra la opresión
política y patriarcal, y posibilitó, sin duda, el carácter
igualitario del grupo de seguidores y seguidora de Jesús de
Nazaret.
María
Magdalena acompañó a Jesús en los momentos más difíciles de
su vida pública, cuando, sólo ante el peligro, sus más
cercanos seguidores lo abandonaron y algunos le negaron
descaradamente.
El
momento más dramático fue el de su muerte, dolorosa y
humillante en extremo, como era la crucifixión, el suplicio
más cruel e ignominioso, según Cicerón, reservado a los
delitos de carácter político o militar. En el caso de Jesús,
judío y súbdito –no ciudadano- romano, convergían los dos
rostros de la ignominia: era maldito de Dios, como
decían las Escrituras judías (“Maldito el que pende de un
madero”), y sedicioso político.
No
resultaba fácil mantenerse seguidor hasta el final de un
condenado a muerte por subversivo y blasfemo, y menos aún
continuar su causa, como hizo María Magdalena. Todo lo
contrario: era muy peligroso, ya que el poder podía tomar
represalias contra quienes acompañaban al condenado por
considerarlos cómplices.
Otra
prueba, quizás la más importante, del reconocimiento del
liderazgo de María Magdalena en los evangelios canónicos es
su presentación como primera testigo de la resurrección.
Testimonio que le concedía una autoridad especial y la
situaba en un lugar preferente en el movimiento de Jesús. Es
ella la primera que experimenta la resurrección del Maestro
en un encuentro de hondo contenido místico y la que se lo
comunica a los demás discípulos, que no creen en sus
palabras porque, al ser mujer, no la consideran ni fiable,
ni creíble, ni relevante.
Es
precisamente de la experiencia de la resurrección del
Crucificado, vivida y testificada por María Magdalena y las
mujeres que la acompañaban, de donde nace la Iglesia
cristiana, que da continuidad al movimiento puesto en marcha
por Jesús de Nazaret en Galilea. Por tanto, sin las mujeres
quizás el movimiento de Jesús no hubiera continuado, ni
hubiera existido la Iglesia cristiana.
Sin
embargo, pronto tomaron los varones las riendas de aquel
grupo marginal, contra-hegemónico, carismático e itinerante
y lo convirtieron en una organización
jerárquico-piramidal-patriarcal o, si se prefiere, en una
patriarquía, que muy poco tenía que ver con el primer
movimiento igualitario de Jesús. ¿Qué había pasado? Quizás
lo que aforísticamente afirmaba el teólogo modernista
francés Alfred Loisy: “Jesús anunció el reino y lo que vino
fue la Iglesia”.
Los
evangelios apócrifos, especialmente el Evangelio de
Felipe, el Evangelio de Tomás, el
Evangelio de María, Pistis Sofía, Diálogos del
Salvador y el Evangelio de Santiago ofrecen otros
elementos igualmente importantes para reconstruir la figura
de María Magdalena. Destaquemos algunos, siguiendo el
análisis de Jane Schaberg, si bien de manera tentativa y
provisional:
·
Ella existe como personaje y memoria en un mundo cuyos
textos acusan un lenguaje androcéntrico y patriarcal.
·
Se expresa con atrevimiento y osadía en un mundo real y
simbólico dominado por varones. Esto le da un relieve
especial.
·
Es una persona preeminente entre los seguidores y seguidoras
de Jesús, posee autoridad espiritual y ejerce un liderazgo
en igualdad de condiciones con los discípulos.
·
Recibe visiones privilegiadas y mensajes de Jesús que no
tienen los discípulos. Es presentada como compañera íntima
de Jesús.
·
Está en conflicto con algunos discípulos varones por la
fiabilidad de su testimonio. Éstos llegan a protestar por la
cercanía de María de Magdala con Jesús.
·
Aparece como consoladora y maestra de los demás discípulos.
Es elogiada por su inteligencia superior.
En los
textos analizados, tanto los canónicos como los apócrifos,
María Magdalena aparece como continuadora de la tradición
profética de Israel, iniciadora de la creencia cristiana en
la resurrección, sucesora de Jesús de Nazaret y heredera de
su autoridad espiritual.
La
teología feminista recurre a ella como fuente de autoridad y
un punto de referencia para la puesta en marcha de un
cristianismo alternativo, sin las discriminaciones de género
que perviven en la mayoría de las Iglesias cristianas hoy.
María
Magdalena es, sin duda, una figura para el mito y la
leyenda, pero también un icono en la lucha por la
emancipación de las mujeres, a la que apelan los movimientos
feministas como referente irrenunciable en la construcción
de una sociedad sin violencia, sin discriminación y sin
desigualdad por razones de género.
María de
Magdala responde ejemplarmente, creo, al perfil de Ethel
Smyth, personaje de una de las novelas de Virginia Woolf, a
la que describe de esta guisa: “Pertenece a la raza de las
pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por
delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido
puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van
llegando tras ella”.
¡Ojalá
que cada vez seamos más los hombres y las mujeres de todos
los credos e ideologías, etnias y culturas que, sin ser
pioneros y pioneras, al menos sigamos el camino de la
emancipación abierto por María de Magdala hace veinte
siglos!
Juan José Tamayo