MORIR PARA RENACER
[MÁS ALLÁ DEL YO, VIVIR LO QUE SOMOS]
El
rechazo a la muerte tiene que ver con el miedo a la pérdida
de la propia identidad, a entrar en una zona de misterio
donde todo lo que fuimos se acaba. Tiene que ver con el fin
de aquella trama de: pensamientos, emociones, definiciones,
recuerdos, roles, circunstancias, relaciones, ideas sobre
nosotros mismos y el mundo que llamamos “yo”.
Sin
embargo, si todo eso se acabara, ¿dejaríamos de ser? Las
tradiciones espirituales plantean que si soltáramos todos
aquellos conceptos, imágenes y sentimientos con los cuales
nos hemos identificado nos encontraríamos con nuestra
identidad más profunda, aquella a la cual hemos llamado
Esencia Espiritual o Alma.
Si en lo
profundo de nosotros experimentáramos que: pensamos, pero
no Somos nuestros pensamientos; sentimos, pero no Somos
nuestras emociones; actuamos a través del cuerpo, pero que
no Somos el cuerpo; que la mente, la emoción y el cuerpo son
vehículos del Ser, pero no el Ser, tendríamos la certeza de
que lo que realmente somos es Espíritu Puro, sin límites,
sin definiciones y que lo único que podríamos decir de
nosotros es “Yo Soy”.
Si
hacemos la práctica de aquietarnos y tomar conciencia de los
pensamientos, de las emociones y el cuerpo, podremos darnos
cuenta que hay una dimensión más profunda en nosotros que
puede observarlos, y que por tanto hay algo más allá de
ellos, y experimentar que a pesar de no Ser la mente ni el
cuerpo, tenemos una clara Conciencia de existir, de Ser una
Conciencia Pura y luminosa, más allá del tiempo y del
espacio, sin cargas, ni límites, ni edad, ni raza, ni
nacionalidad, ni dramas, ni circunstancias limitantes.
Qué bien
nos haría acudir a aquella fuente de Agua de Vida que guarda
la certeza de que Somos y de que todas las vestiduras que
nos ponemos y con que a menudo vamos complicando la vida,
son eso, trajes que se pueden poner y sacar.
Qué
maravilla sería poder sacarnos los rencores enquistados y
que creemos que son parte de nosotros, o dejar atrás los
miedos, o la baja autoestima, o las formas de relacionarnos
que nos hacen daño, o esas experiencias que hemos asentado
en nosotros mismos como traumas que no nos dejan vivir.
Qué
maravilla sería poder morir a todo aquello que nos limita,
que nos pesa y que no nos permite expresar la Luz y
potencia del Alma.
Qué
liberador sería poder transitar por las etapas de la vida
nutriéndonos de la riqueza y experiencia que nos dejan sin
quedarnos apegadas a ellas, sino entendiendo que son
oportunidades diversas para expresar al Ser.
Cuánto
dolor dejaríamos atrás si dejáramos de definir lo que Somos
por los roles, funciones o relaciones que vamos asumiendo en
la vida.
Tener
claro que no Somos mamás o papás, o parejas de alguien, o
gerentes, o empleados, que esos son guiones y formas de
relación a través de los cuales se manifiesta el Ser, y que
por tanto pueden terminar sin que dejemos de existir.
Desde
este punto de vista, morir el pequeño yo egocéntrico,
neurótico, dependiente o manipulador, sería entonces una
bendición y de eso se trata en el proceso espiritual, de
morir para renacer a nuestra identidad esencial.
Desde
este punto de vista nuestro drama no es la muerte, sino el
no poder morir a aquello que nos condiciona y nos aprisiona
para renacer a la Luz que hemos ocultado tanto tiempo.
Patricia May