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SEMANA DE SANTIDAD

 

 

Llega la Semana Santa y con ella la apoteosis cofrade. Por otra parte, un amigo de los que sólo en la más estricta intimidad se confiesan católicos, acaba de volver de un viaje a Tierra Santa impresionado ante el despliegue de piedad en Jerusalén. Él lo llama una experiencia muy fuerte, que no se puede explicar. Yo diría que ha descubierto la sacralidad: una honda emoción que trasciende al sujeto.

 

Porque, independientemente de que uno profese una religión doctrinal, lo sagrado está en nuestra constitución psíquica, y es una suerte saberlo no por teoría antropológica sino por vivencia.

 

Cuando Marçal Moliné vino a Cádiz, salió a colación la anécdota de un pope de la publicidad al que preguntaron cuál creía, como profesional, que era la empresa más exitosa. Su respuesta: la Iglesia Católica, que lleva más de dos mil años y ahí sigue.

 

La publicidad busca convencernos de que lo que anuncia es nuevo e importante. La religiosidad no es nueva, pero sí para quien la descubre de manera personal.

 

Importante siempre lo fue: díganme, si no, de dónde extraer iguales dosis de esperanza, conformidad y fuerza para afrontar la vida diaria.

 

Esto no quiere decir que yo dé por buenas las políticas de judíos, cristianos y musulmanes. Mi amigo observó en Jerusalén cómo los ortodoxos radicales de cualquier credo evitaban el contacto casual con personas (impuras) que no fuesen de su credo. Lamentable fanatismo.

 

También es fanatismo lo que hace el Vaticano: defender los dogmas inventados en sucesivos concilios (el sacerdocio masculino, el celibato sacerdotal...), negar que la homosexualidad es natural (cuando tanto homosexual y aun pedófilo se esconde en sus filas), ignorar la defensa de la justicia para pactar con la derecha más rancia: una clientela fiel y poderosa.

 

¿Saben muchos católicos que Cristo predicaba el amor en acción, la caridad? ¿Saben que no se compra la salvación del alma, que no hay nadie ahí fuera contando rezos, donativos, tentaciones, buenas obras? ¿Saben qué es la conciencia?

 

No tengo nada contra el hermoso boato folclórico ahora que florece el azahar y son cálidos los días. Pero sí me pregunto qué entiende la gente (esa misma que prevarica y abjura para luego ir a misa con los niños) por sacralidad.

 

 

                    Ana Sofía Pérez-Bustamante

Columna vertebral, 18-03-2008, Diario de Cádiz