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TIEMPO de PASCUA

 

¡Completa tu nacimiento!

 

 

¿Por qué continúo pidiéndote si ya me has dado tanto? No vengo sólo a beber agua, vengo por el manantial; no para que me permitan llegar hasta tu puerta, sino para poder entrar en la sala de mi señor: no sólo por el amor, sino por el amante que lo da.

(R. Tagore. “Obras Selectas”, tomo 1, pág.80, nº 52. 1998 Edicomunicación S.A.)

 

Nacimiento, desarrollo, madurez, decrepitud, muerte. Me encuentro al final de este proceso, que es la vida humana. Pasó ya la primera etapa, hasta los 30 años: adquirida la madurez física, cesé de ir creciendo en la vida vegetativa.

 

Crucé, asimismo, la línea divisoria que marca la terminación de la segunda etapa, de los 30 a los 60, caracterizada por la opción de vida, trabajo profesional y pastoral, sueños, éxitos, desengaños y fracasos, alegrías y penas. ¿Me libré de la crisis de mediados de la vida?

 

Mis experiencias todas dejaron en mi ser un sabor agridulce, siendo muy consciente de que nada, absolutamente nada ha sido capaz de aquietar las ansias de plenitud, a las que aspira mi pobre corazón.

 

Inmerso ya en la tercera fase, anhelo disponerme para la irrupción de lo trascendente. Es el período que debe introducirme en el pleno desarrollo de la personalidad. Ahora, soy consciente de que las otras dos dimensiones anteriores, sólo eran de preparación para lo esencial. Se trata de completar el nacimiento.

 

¡Completa tu nacimiento! Aún siendo ésta la tarea fundamental de toda la vida, adquiere un relieve muy especial al encontrarme en la fase final del proceso vital. Al nacimiento biológico, a partir de los padres, corresponde ahora el segundo nacimiento de “agua y espíritu” (Jn 3,5). Es el nacimiento a la plenitud de la vida, hacia el desarrollo de todas las potencialidades del ser humano, incluidas las espirituales.

 

Partí del Ser Originario y después de mi recorrido por la vida, retorno al punto de partida, para que esta Realidad Originaria me abrace en su vida totalizante.

 

¿Qué es la vida?, me pregunto a menudo. Y sin temor a equivocarme, como creyente, afirmo: ”Un camino hacia la plenitud, hacia la resurrección”. De este modo, la vida queda definida por ser “camino hacia el Monte Pascual del Gólgota, donde se produce el gran estallido de la Resurrección de Jesús, el justo inocente, que también se sujetó a recorrer su camino, antes de recibir el refrendo del Padre.

 

Los forzados caminantes de la hora undécima tenemos la hermosa tarea de completar nuestro nacimiento. Y como romeros, es menester andar ligeros de equipaje, despojándonos de todo impedimento que obstaculice la marcha. El camino se hace ligero teniendo la vista fija en el brillo de la Resurrección que emana de la Cruz Pascual de Cristo.

 

¡Y qué mejor que cantar el aleluya pascual en el trayecto, para aligerar los pesares y contagiar alegría y felicidad a los que se dirigen al Monte de Dios!

 

 

 

Pedro Olalde