¿Y las minusvalías?
No
perdamos, como puerta de entrada o de salida, la
respuesta de Jesús ante una minusvalía.
“Al pasar vio Jesús un hombre ciego de nacimiento. Le preguntaron sus
discípulos: Maestro, ¿quién había pecado, él o sus
padres, para que naciera ciego?
Contestó Jesús:
-Ni había pecado él ni tampoco sus padres, pero así se manifestarán en
él las obras de Dios. (Jn 9, 1-3)”
Sin
entrar en mayores estudios exegéticos y teológicos sobre
estos versículos, algo parece evidente: la minusvalía de
un hombre puede ser una manifestación de Dios. Una
“epifanía”. En una minusvalía se puede
manifestar nada menos que Dios.
Es
muy difícil, muy difícil hablar de minusvalías sin
referirse a Dios, y sin hablar de las bienaventuranzas
del evangelio. También es muy difícil hablar de Dios
ante una minusvalía. Ni Dios ni las bienaventuranzas
solucionan lo que llamamos minusvalías. Pero si la
teología no se hace desde los débiles y desde la
debilidad, es que no habla del Dios de Jesús.
La
minusvalía puede ser un doloroso atajo de ida y vuelta
hacia Dios. Yo no sé si las minusvalías son defectos de
fabricación. Lo que sí he comprobado, no pocas veces, es
que son grietas por las que Dios se ha colado a
raudales.
El
Dios del débil es el Dios de Jesús. El Dios del poder es
dios primitivo. Es dios pagano. Mal negocio para la fe
del evangelio querer presentar a Dios junto a los
ejércitos, cobijado bajo grandes templos, o
deslumbrantes ceremoniales, como signos de su presencia
entre los hombres. Una debilidad puede cobijar más a
Dios que una Pirámide o una Capilla Sixtina.
La
minusvalía es como un examen final, como de doctorado,
para responder a las preguntas finales. Qué es el
hombre. Qué es un ser humano. Qué es la creación. Qué es
Dios. Qué es acción de Dios en la Naturaleza y en
la Historia. Cuál es el sentido integral de la vida.
No se
lo preguntéis a un teólogo. Preguntadlo mejor al padre
de ese hijo con síndrome de Down. Usted y yo hemos
comprobado, con frecuencia, que en muchas familias, un
minusválido, o discapacitado actúa como “material
radioactivo” generando una contagiosa atmósfera de
intensa humanidad.
Jesús, con su respuesta, se quedó como tantas otras
veces, en la puerta del misterio.
Luís Alemán
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