RENACERÁ SU SOL
Mueren en la arena unas olas mansas, silenciosas. Muere
un Cantábrico sumiso en unas playas desnudas. Todo lo
contrario al otro lado del mundo. La mar aquí
espectáculo y maravilla, allí es horror que traga y
traga vidas.
Dócil espuma la que se esparce por la arena de la Kontxa;
templado, tierno atardecer al final de un invierno ya
herido. Asomado a la barandilla de una mar calma, el
viaje a las costas azotadas por un océano furioso se
hace inevitable.
¿Por qué crecieron en el otro extremo de la tierra las
olas que aquí se deslizan serenas y tranquilas? ¿En
dónde y por qué urdió el océano ese asalto devastador?
¿Dónde nace esa furia incontrolable? ¿Qué hicimos con
los mares que ahora cabalgan veloces sobre la tierra
vedada? ¿Qué hicimos con la tierra que tanto cruje en
nuestros días?
Cuestionemos las bases de una civilización que se
levantó a sus espaldas. Cuestionemos el desarrollismo
que tan poco respeta, rompe equilibrios sagrados,
encabrita mares, estrella olas…
¿Qué palabras caminaremos cuando el desastre de Japón
adquiere tanta magnitud, cuando todo se convierte en
juguete de las aguas? Solo las que apacigüen mares de
fuera y adentro, las que serenen emociones. Solo las de
la fe en una vida que nunca se acaba, solo las de la
esperanza en una vida siempre, siempre sostenida, una y
otra vez manifestada y elevada. Solo las de nuestros más
puros y sanadores sentimientos, las que lejos consuelan.
Solo las que saltan miles de kilómetros y allí, donde
primero asoma el sol, más fuerte que nunca, ahora
abrazan.
¿Qué palabras caminaremos cuando la sombra de la
catástrofe nuclear amenaza de nuevo? Solo las palabras
que inviten a volver al sol, al aire, a las mareas
controladas… como energías nobles, puras y limpias para
mover nuestras fábricas, nuestros vehículos, nuestros
sueños; para encender las farolas de nuestras calles y
las tostadoras de nuestras cocinas. Solo las palabras
que animen a buscar la fuerza y la energía en lo
sencillo, en lo cercano, en lo no contaminante. Solo las
palabras que exhorten a observar la ley de no desunir el
átomo que la Creación ha unido.
Caminaremos incógnitas más que palabras, interrogantes
para cuestionar un industrialismo tan alejado de la
naturaleza y sus leyes. Las olas rugen, no sermonean, no
exhiben mensajes en sus cabeceras, sin embargo nada
escapa a la ley de la causa y el efecto. La destrucción
retorna tarde o temprano sobre la civilización que la ha
generado.
Reparemos eso sí, en la amistad que han procurado los
mares embravecidos. China ha llamado enseguida a las
puertas de su castigado vecino ofreciendo ayuda. La mar
arrastra también en su furia viejas, oxidadas batallas.
Estas y otras olas, estas y otras sacudidas de tierra,
estas y otras lágrimas nos enseñaron que somos una sola
y fraterna humanidad. Estamos con Japón como no podía
ser de otra manera, estamos con ese pueblo noble que se
agarra a las rocas, a los árboles, a la vida; que tapa
grietas, que enfría reactores, que reza noche y día.
Se alzará de nuevo el sol de sus emblemas, brillará
espléndido sobre una tierra más cuidada. El país del sol
naciente es llamado a mostrar a la humanidad una nueva
lección de titánica voluntad, de responsable
reorientación.
Quienes ya hace casi setenta años resurgieron de sus
cenizas, son llamados a nacer de nuevo. Raya alto un
pueblo convocado a tantos renacimientos. Nos sentaremos
a la vera de quienes lo han perdido todo. El dolor
traiga la debida recompensa de luz y de amor.
Koldo Aldai
www.artegoxo.org