Viernes de la 1ª semana (Mc 2,1-12)
Llegaron cuatro llevando un paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: tus pecados quedan perdonados. Los escribas pensaban: ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios? Les dijo: ¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle: tus pecados quedan perdonados o decirle: coge la camilla y echa a andar? Le dijo: Levántate, coge tu camilla y vete. Se levantó cogió la camilla y salió. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios: Nunca hemos visto cosa igual.
Si tu pecado está perdonado, ¿para qué los ritos?
Los portadores amplifican el sentido de la curación. Es la masa de la población la que se siente marginada y espera una liberación. Se identifican con el paralítico y esperan como él que alguien les libere de su infortunio.
La religión oficial no aguanta la liberación. Los escribas no ven con buenos ojos que Jesús se salte a la torera las propuestas más radicales de la religión. No podían interpretar lo que hacía más que como blasfemia.
Esa liberación no era querida por los dirigentes ni esperada por el pueblo. Pero el texto nos dice que el pueblo sencillo no tiene inconveniente en aceptarla y agradecerla. En cambio los dirigentes se ponen furiosos porque no entienden que un mortal actúe como Dios.
Como está claro que no es más fácil perdonar pecados que curar, parece que el argumento funcionó. Hay que tener en cuenta que Jesús nunca dice: yo te perdono, como hacemos todavía hoy los sacerdotes, sino tus pecados están perdonados, que es radicalmente distinto.
Ni siquiera a la adúltera a la que querían apedrear, pues le dice: tampoco yo te condeno. Jesús quiere decir que ni él ni Dios tienen dada que perdonar. Lo que tenemos que hacer es tomar conciencia de su amor incondicional.
Fray Marcos