Sábado de la 1ª semana (Mc 2,13-17)

Vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme. Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús. Algunos escribas y fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, dijeron a los discípulos: ¡De modo que come con publicanos y pecadores! Jesús lo oyó y les dijo: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Los jefes mantienen distancias entre buenos y malos

No es fácil descubrir hasta qué punto estamos alineados con los fariseos. Nada nos ha hecho salir de esa postura después de dos mil años. Y lo cierto es que los malos siguen siendo los demás que no comulgan con mis ideas.

Leví, excluido por ser recaudador de impuestos es figura de todos los excluidos por ideologías. Pero Jesús no hace distinciones y lo llama como a los demás, dejando claro que Dios no tiene la misma manera de juzgar.

Al aceptar Jesús la invitación de Leví está anunciando una nueva manera de ver la religiosidad. Ahora no se trata de mantener a toda costa una pureza legal sino de integrar a los que no pertenecen al gueto de los puros.

La propuesta de los fariseos quiere dejar bien claro que ellos eran los religiosos y no Jesús con su conducta inadecuada. Prefieren mantener su postura de privilegio e intentan, por todos los medios, impedir que los demás entren en el grupo de los aceptados por Dios.

Ellos son los justos que no necesitan salvación porque la han conseguido cumpliendo la Ley. Satisfechos de sí mismos son insensibles a los que se sienten pecadores y sí necesitan de una salvación que ellos no aportan. El sufrimiento de la gente les trae sin cuidado.

 

Fray Marcos