Viernes de la 2ª semana (Mc 3,13-19)
En aquel tiempo, Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el nombre de Boanerges (Los Truenos), Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Celotes y Judas Iscariote.
El nuevo pueblo de Dios también parte de doce
Es muy probable que la constitución de los doce fuera un montaje de la primera comunidad cristiana cuando ya se estaba separando del judaísmo tradicional. Jesús y los primeros seguidores se sintieron siempre judíos, no necesitaban pruebas especiales de que eran otra cosa.
Cuando sintieron la necesidad de marcar diferencias, sí tuvieron que asumir que ellos eran el verdadero Israel. Necesitaron un nuevo símbolo, como el antiguo pueblo estaba fundamentado sobre las doce tribus primitivas.
También la necesidad de justificar la misión fue una exigencia del proceso de separación. No está claro que Jesús estuviera convencido de llevar su mensaje a todas las naciones. Él habla de ovejas descarriadas de Israel.
Certificar el poder de echar demonios trata de añadir una confianza extra a la misión imposible que se impusieron lo primeros cristianos: llevar el mensaje de Jesús sin más bagaje que la confianza en la fuerza del Espíritu.
La posesión diabólica, más que una realidad material, hace referencia a los malos espíritus que estaban en contra de todo lo que significara alejarse de la tradición oficial. La oposición al plan de Dios fue el obstáculo que tuvieron que superar las nuevas comunidades.
Fray Marcos