DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO (B)

(Mc 1,29-39)

Fue Jesús a casa de Simón. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Jesús la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer le trajeron todos los enfermos y poseídos. Curó a muchos enfermos y expulsó muchos demonios. Se levantó de madrugada, se fue a descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y al encontrarlo le dijeron: todo el mundo te busca. Él contestó: vámonos a las aldeas cercanas para predicar también allí; que para eso he venido.

Liberarse y liberar, clave de toda vida humana

Seguimos en el primer día de la misión de Jesús. Mc trata de perfilar, a grandes rasgos y trazos firmes la figura de Jesús. Empieza en la sinagoga, sigue en casa de Pedro y en la calle y termina solo en despoblado, orando.

Jesús da nueva vitalidad, sacando a la enferma de su postración para que pueda desempeñar el servicio. ‘Diaconeo’ significaba servicio a la mesa y fue la palabra elegida por los primeros cristianos para hablar de entrega.

En muchos lugares de los evangelios se nos habla de que Jesús buscaba la soledad y el silencio para cargar las pilas. Esta necesidad de apartarse nos tiene que poner en alerta. Sin vida interior no daremos un paso en la espiritualidad.

Pedro y los discípulos están en la misma dinámica que la gente del pueblo. Esperan de Jesús el triunfo y la gloria humana. Estaban encantados de que Jesús tuviera tanto éxito en su primer día de trabajo. ¡Que siga la fiesta!

La escueta contestación de Jesús pone las cosas en su sitio. No deben caer en la trampa de una fama ante la gente sino buscar el verdadero sentido de su misión que es liberar sin esperar nada a cambio, ni siquiera el reconocimiento.

 

Fray Marcos