Sábado de la 8ª semana (Mc 11,27-33)

Los letrados y senadores le preguntaron: ¿Con qué autoridad haces esto? Os voy a hacer yo una pregunta y si me la contestáis, os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de hombres? Si decimos que es de Dios nos dirá: ¿por qué no le habéis creído? Si decimos de los hombres, tememos al pueblo que tiene a Juan por profeta. Respondieron: no lo sabemos. Tampoco yo os digo con qué autoridad actúo.

Jesús les tiende una trampa mortal

La pregunta viene de las tres categorías que constituían el Sanedrín. La pregunta no podía ser más oficial. Era un cuestionamiento en toda regla de las autoridades. Las tres instancias ponían en duda su actividad extrajurídica.

La pregunta de Jesús trata de hacerles ver su incoherencia. Todo el mundo se preguntaba por la actividad del Bautista que tampoco tenía credenciales.

A pesar de no estar avalada por las autoridades, la predicación y la actividad de Juan era muy bien acogida por el pueblo sencillo, que encontraba allí la salvación que no le proporcionaba la actividad en torno al templo.

Al no atreverse a responder, están demostrando su mala fe y la poca capacidad de discernimiento que tienen. El miedo a perder la estima ante el pueblo no les deja ser sinceros y confesar lo que de verdad pensaban de él.

La falta de sinceridad le permite a Jesús verse libre de una mayor explicación de sus actuaciones, porque descubre que toda aclaración sería inútil.

Aunque no se refiera a un hecho real, el relato muestra muy claramente el talante de Jesús y como no entra nunca en discusiones inútiles con sus oponentes.

 

Fray Marcos