CORPUS (B)

(Mc 14,12-26)

Los discípulos prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: tomad, esto es mi cuerpo. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: esta es mi sangre de la alianza derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber el fruto de la vid hasta que beba el vino nuevo.

Mi plenitud consiste en dejarme comer

Debemos tomar conciencia de que la tradición que prevalece hoy no es la original. La tarea más urgente es el dejar de dar valor a lo accidental que se adhirió a ella.

Necesitamos el signo para hacer presente la realidad trascendente que no puede llegarnos por los sentidos. La realidad divina está siempre ahí, ni se crea ni se destruye, ni se trae ni se lleva, ni se pone ni se quita.

Dios no está más presente en nosotros después de comulgar que antes de hacerlo. El sacramento me tiene que ayudar a descubrir esa presencia y a vivirla.

El partir el pan forma parte de la esencia del signo. El “esto” no hace referencia a un trozo de pan sino al gesto de partirlo. Si lo partimos, es para ser comido y digerido.

Debemos superar la creencia de un efecto automático. Las realidades trascendentes no actúan externamente. Solo cuando tomamos conciencia del gesto dan Vida.

La realidad significada en este sacramento es el amor total de Jesús, manifestado en su entrega al servicio de todos. No hacemos presente a Jesús como ente sino a Jesús que manifestó lo que es Dios, dándose totalmente.

 

Fray Marcos