Martes de la 11ª semana (Mt 5,43-48)

Se dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo os digo: amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No lo hacen también los gentiles? Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

Amar al enemigo: prueba del algodón del cristiano

Estamos ante el más alto listón que se le puede presentar a un ser humano. Va en contra del más profundo de los instintos: el de la conservación. Cuatro mil millones de años de los seres vivos yendo en la misma dirección.

No se puede frenar en seco un tren con cien vagones que viene a toda velocidad. Hay que buscar con cuidado una estrategia que pueda ayudarnos a dar el cambio.

Jesús no se refiere al amor o al odio como sentimientos que responden automáticamente a un instinto. Desde esa perspectiva nadie puede ser obligado a amar.

Lo que pide Jesús es que no nos dejemos arrastrar por los instintos que nos llevarían a responder violentamente a toda manifestación de agresividad por parte de otro. Debemos distinguir el mal que nos hacen de la persona.

Jesús sabe que los instintos no se pueden erradicar. No debemos sentirnos frustrados cuando afloran en nosotros. Lo que nos pide Jesús es que no nos dejemos llevar por ellos y responder de la misma manera.

¿Hacemos los cristianos más por los otros que los que no lo son? ¿De verdad nos parecemos más a nuestro Dios que los que no creen en ninguno?

 

Fray Marcos