DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO (B)
(Mc 9,38-43.45.47-48)
Hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido. No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa. Si tu mano es ocasión de pecado, córtatela. Si tu pie es ocasión de pecado, córtatelo. Si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo.
Todos, sin excepción, son de los nuestros
Seguramente el texto hace alusión a un problema que se daba ya en las primeras comunidades. El judaísmo había llevado la exclusión al paroxismo. Se creían los únicos elegidos y con derecho a despreciar a todos los demás.
Del Reino que predica Jesús, no queda nadie excluido. Todo el que está a favor del hombre está favoreciendo su expansión. La posesión diabólica era el signo de la máxima exclusión y la curación, de la máxima liberación.
Monopolizar a Dios es negarlo. Poner límites a su amor es ridiculizarlo. Nuestra religión ha ido más lejos que ninguna otra en ese afán por excluir y anatematizar a los demás. Fuera de la Iglesia hay más salvación que dentro.
Es curioso que sigamos pretendiendo defender a Dios con la exclusión, sin darnos cuenta que solo defendemos nuestros intereses más rastreros. Las mayores atrocidades se han cometido siempre en nombre de Dios.
Jesús no es patrimonio de ninguna Iglesia, es patrimonio de la humanidad entera. Jesús intentó por todos los medios, que todas las religiones, incluida la suya, fueran capaces de hacer al hombre cada vez más humano.
Fray Marcos