Jueves de la 26ª semana (Lc 10,1-12)
Mandó a otros setenta y dos, de dos en dos, a los lugares adonde pensaba ir. Os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie. Si entráis en una casa, decid: paz a esta casa. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, curad a los enfermos y decid: está cerca el reino de Dios. Si no os reciben, decid: hasta el polvo de vuestro pueblo, lo sacudimos sobre vosotros.
Los envía de dos en dos como testigos
Los exégetas ven claro que en torno a Jesús se fueron estableciendo grupos concéntricos que expresan más o menos compromiso con el grupo. Aparecen claramente los tres, los siete, los doce, los setenta y dos.
En aquella cultura, el testimonio de uno solo ante un juez no tenía ningún valor. Solo se aceptaba como válido el testimonio de dos que coincidían. Los enviados son testigos del Reino y lo testifican dos.
Las condiciones son casi las mismas que para los doce: absoluto desapego de las seguridades materiales, como señal de la confianza total en la fuerza del mensaje.
El mensaje primero es la paz. Todos los que se dedican a proclamar el Reino tienen que ser portadores de paz. Cualquier clase de violencia debe ser descartada.
La curación de enfermos no es valiosa por sí misma sino como signo de liberación espiritual. Por eso tiene tanta importancia la expulsión de demonios. El Dios opresor de la religión oficial tiene que dejar paso al Dios liberador.
No deben tomar nunca represalias contra los que no les acepten, pero sí deben testificar el rechazo para hacerles recapacitar. A pesar del rechazo, el Reino de Dios está también cerca de aquellos que no lo aceptan.
Fray Marcos