Lunes de la 27ª semana (Lc 10,25-37)
¿Qué tengo que hacer para heredar la vida? ¿Qué está escrito en la Ley?: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo. Haz esto y tendrás la vida. ¿Quién es mi prójimo? Uno cayó en manos de bandidos, dejándolo medio muerto. Un sacerdote y un levita pasaron de largo. Un samaritano lo cuidó. ¿Cuál de estos tres se portó como prójimo? El que practicó la misericordia. Dijo: anda, haz tú lo mismo.
Si no te aproximas a los demás te alejas de Dios
Como era de esperar, el jurista responde con la shemá. Eso lo tenía él muy claro. Lo que no tenía tan claro es quién era su prójimo. Precisamente ahí está el problema.
Para valorar la agresividad del relato, debemos tener en cuenta que los samaritanos eran los herejes apóstatas. Sacerdotes y levitas eran las dos castas sacerdotales.
El sacerdote y el levita dan un rodeo para no encontrarse con el moribundo. Seguramente estaban pensando en no caer en impureza tocando a un malherido.
El relato pone el dedo en la llaga. Todas las religiones terminan cayendo en la misma trampa: lo importante es que aceptemos unas verdades, cumplamos unas normas morales muy concretas y hagamos nuestros ritos.
Jesús lo ha puesto todo patas arriba. Lo primero e importante es acercarte al que te necesita, sin prejuicios ni condiciones previas. Si no tenemos esta disposición ante el marginado y excluido, todo lo demás es inútil.
El prójimo nunca es una realidad objetiva. Soy yo el que me tengo que acercar y aproximarme al otro. De esta manera no hay escapatoria posible. Por eso Jesús no le pregunta quién es, sino quién se hizo prójimo del herido.
Fray Marcos