Martes de la 28ª semana (Lc 11,37-41)
Un fariseo lo invitó a comer. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, le dijo: vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.
La actitud vital por encima de los ritos
Hoy nos parece una actitud ridícula, pero en aquel tiempo se tomaban muy en serio los ritos de purificación. La pureza ritual era una de las grandes preocupaciones religiosas que vigilaban con mucho celo los fariseos.
Los ritos de purificación estaban regulados hasta los más mínimos detalles. No solo debían lavarse las personas sino todos los objetos. Su cumplimiento no dependía de la estimación de cada uno sino que era una obligación.
Hoy distinguimos con naturalidad lo que es un precepto religioso de lo que es una norma profiláctica. En aquel tiempo todo estaba mezclado y no cumplir un rito suponía un enorme problema de culpabilidad ante Dios.
No es probable que Jesús arremetiera con tanta virulencia contra el que le acababa de invitar a comer. En los años noventa del siglo I, cuando se escribió el evangelio, se aprovechaba toda ocasión para denigrar a los fariseos.
De todas formas, el mensaje está claro. El cumplimiento de una norma externa no sirve para nada si no va acompañado de una actitud sincera ante Dios. Los ritos de purificación, sin rectificar la acción, no aportan nada.
El tema sigue teniendo actualidad porque seguimos más preocupados por lo que piensen de nosotros que por nuestra verdadera actitud ante Dios y ante los demás.
Fray Marcos