Martes de la 31ª semana (Lc 14,15-24)

Uno le dijo: ¡dichoso el que coma en el banquete del reino! Jesús le contestó: un hombre daba un gran banquete. Mandó a avisar a los convidados. Pero ellos se excusaron uno tras otro: uno porque había comprado un campo; otro porque había comprado unos bueyes; otro porque se había casado. El dueño, indignado, le dijo al criado: sal corriendo y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos, hasta que se llene la sala. Ninguno de los convidados probará mi banquete.

Una vez más, el banquete como símbolo del Reino

La exclamación de ese comensal muestra muy bien la idea que los judíos tenían de los tiempos mesiánicos. Un banquete era la mejor expresión de felicidad y dicha.

Lc aprovecha el montaje narrativo para dar la opinión de la comunidad. El pueblo judío fue el invitado en primera instancia, pero despreciaron la oferta y se negaron a ir.

Los tres ejemplos que pone son el mejor resumen de todas las excusas para no participar en el Reino. Posesiones, preocupaciones o placeres sensuales son siempre la causa de perder la oportunidad de participar.

Todo el que pone los intereses personales por encima de la pertenencia al Reino se excluirá de él. El afán por consumir más y mejor y la pertenencia al Reino son incompatibles. Desentendernos de los demás nos anula.

La parábola sigue siendo de lo más oportuna. Más que nunca, la preocupación por el bienestar material nos aleja de la búsqueda sincera de la salvación evangélica.

La mayoría de los cristianos seguimos cayendo en la trampa. Buscamos por todos los medios vivir en el más absoluto hedonismo, pero además, intentamos seguir las enseñanzas de Jesús para asegurar también el más allá.

 

Fray Marcos