Viernes de la 31ª semana (Lc 16,1-8)

Un hombre tenía un administrador, que malgastaba sus bienes. Le dijo: dame cuenta de tu trabajo, porque quedas despedido. El hombre pensó: no tengo fuerzas para trabajar y me da vergüenza pedir. Llamó al primer deudor de su amo y le preguntó: ¿cuánto debes? Cien barriles de aceite. Toma tu recibo, escribe ochenta. Y a otro: ¿cuánto debes? Cien sacos de trigo. Escribe ochenta. El amo reconoció su habilidad. Los hijos de este mundo son más hábiles que los hijos de la luz.

Otro ejemplo de la vida que nos debe hacer pensar

Como en el ámbito mundano, también en el orden espiritual debemos ser astutos. No se trata de obedecer órdenes sino de buscar el mayor beneficio posible.

El problema está en que para acertar en lo trascendente no sirven de nada los cálculos racionales ni el trapicheo mundano. Es preciso un discernimiento profundo y serio.

Sin conocimiento claro de la meta a la que aspiramos, todos los intentos por encauzar nuestra vida espiritual serán inútiles. De ahí la necesidad de una meditación tranquila y sosegada, para discernir el valor genuino.

La parábola, nos dice el texto, va dirigida a los discípulos. Lo cual quiere decir que también ellos andaban un poco despistados. También ellos necesitan aclararse.

Cuando el amo alaba al administrador no quiere decir que esté obrando justamente. Está diciendo que en la injusticia que está cometiendo demuestra su ingenio.

Llevar adelante con fruto una vida espiritual, requiere mucha reflexión y mucho tiempo de meditación y silencio. El 99% del tiempo y de la capacidad mental los solemos emplear en las cosas del mundo. No podemos extrañarnos del poco éxito de la religiosidad.

 

Fray Marcos