Miércoles de la 34ª semana (Lc 21,12-19)
Os echarán mano, entregándoos a las sinagogas y os harán comparecer ante los reyes por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré sabiduría a la que no podrá hacer frente ningún adversario. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos. Todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello vuestro perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
La perseverancia en el amor les salvará
Lo que anuncia ya estaba pasando cuando se escribió el evangelio. Los judíos les perseguían por haberse apartado de la visión nacionalista de la salvación. Los romanos, por no dar culto a sus dioses.
La mayor parte de los cristianos eran judíos, y los que les perseguían también. Por eso dice que vuestros parientes y amigos serán los que os traicionarán.
Está claro que las persecuciones obligaron a los primeros cristianos a dar testimonio de su fe, aunque estuviera en peligro su propia vida. La historia nos dice que fue la ocasión para que las comunidades se dispersaran.
Anima a todos a seguir en la lucha con la promesa de que están en buenas manos y que nada será una pérdida sino el mayor triunfo y premio. Incluso los que huyeron para escapar de la muerte colaboraron.
Este ambiente de confianza absoluta en la promesas de Jesús fue la clave del rápido crecimiento del cristianismo. No hay nada tan arrollador como la falta de miedo.
Muy pronto se hizo famosa la frase: cada testigo (mártir) se convirtió en semilla de cristianos. Tanto los judíos como los romanos fallaron al intentar sofocar la nueva fe.
Fray Marcos