Jueves de la 1ª semana de adviento (Mt 7,21.24-27)

No todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino, sino el que hace la voluntad de mi Padre. El que escucha estas palabras y las pone en práctica se parece al hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras y no las pone en práctica se parece al hombre que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, (…) y se hundió totalmente».

Antes de edificar descubre la roca que hay en ti

Hay que utilizar la razón para superar las trampas que la misma razón nos coloca y que la vida pone en nuestro camino diario. Aferrados a las normas y preceptos que nos llegan desde la institución, podemos pasar años sin darnos cuenta de las contrariedades en las que caemos.

La roca sobre la que tenemos que edificar nuestra espiritualidad es la experiencia interior. La arena son las doctrinas, las normas morales y los ritos que nos empeñamos en cumplir como una programación.

Es la explicación a tanto derrumbe espiritual. La principal tarea de todo ser humano es edificarse a sí mismo. Cada uno somos un proyecto que debemos realizar. Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti (San Agustín).

Si edificamos sobre los sentidos, los apetitos, las pasiones, estaremos edificando un edificio biológico, animal, estaremos edificando sobre arena. Mi verdadero ser se consolida cuando ayudo a los demás a edificarse.

Aunque parezca paradoja, lo que me edifica como ser humano es una actitud desinteresada de servicio a los demás, desprendiéndome incluso de lo que creía imprescindible. Si te das totalmente es señal de que confías en lo que vale de veras y has llegado a la meta.

 

Fray Marcos