Lunes de la 2ª semana de adviento (Lc 5,17-26)
Llegaron unos que traían a un paralítico, lo descolgaron a través de las tejas delante de Jesús. Viendo la fe que tenían, dijo: tus pecados están perdonados. Los fariseos pensaron: ¿Quién es éste que blasfema? ¿Quién puede perdonar pecados sino Dios? Jesús dijo: ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados están perdonados o decir: Levántate y anda? Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados, dijo al paralítico: A ti te digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa.
Tú también estás perdonado. Créelo, tu vida cambiará
Este relato manifiesta la incapacidad de comprensión de los más piadosos y mejor preparados en la religión judía. No debemos achacarlo a la mala voluntad de los fariseos sino a la originalidad de Jesús, que desbordó todas las expectativas que podían esperarse de su religión.
Tan original fue su oferta que, después de veinte siglos, seguimos sin aceptarla. Seguimos sin confiar en Dios. Necesitamos poner nuestra confianza en la eficacia de ritos, ceremonias y sacramentos. Toda esa parafernalia nos puede alejar de la verdadera confianza en Dios.
No puede haber noticia mejor que esta: tus pecados están perdonados. Que nadie te siga metiendo miedo con la amenaza de un infierno. Lo tienes ya todo y nada de lo que necesitas para desplegar tu humanidad te falta.
Dios no puede darte más de lo que te está dando en cada instante, pero tampoco te puede quitar nada. No te pases la vida esperando lo que ya tienes en tu poder, descúbrelo y vívelo. Solo la vivencia te traerá confianza.
No se te ocurra confiar más en unos garabatos externos que en el mismo Dios. Los sacramentos son signos de que Dios no te falla porque está siempre ahí, haciéndote partícipe de todo lo que Él es. Nunca te puede fallar.
Fray Marcos