DOMINGO III DE ADVIENTO (CICLO C)

(Lc 3, 10-18)

Preguntaban a Juan: entonces ¿qué hacemos? Él contestó: el que tenga dos túnicas que se las reparta con el que no tiene y el que tenga comida haga lo mismo. Los publicanos le preguntaron: ¿Qué hacemos? No hagáis extorsión a nadie ni os aprovechéis con falsas denuncias sino contentaos con la paga. Decía: yo bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Para Juan debemos hacer. Para Jesús debemos ‘ser’

El Dios del AT era un Dios moral, celoso de su voluntad expresada en la Ley. El Bautista creía que eso era lo que esperaba Dios. Como los fariseos, creía que la salvación de Dios iba a depender de sus obras.

Pero hay en Juan una sutil diferencia que apunta ya a la predicación de Jesús. Insiste en las normas que van encaminadas a mejorar la relación con el prójimo. La manera de escapar a la ira, es preocuparse del otro.

A la pregunta qué debo hacer. La respuesta es la misma: Compartir. Respuesta válida también para nosotros. ¿Qué, cómo, cuándo, dónde? Tengo que adivinarlo yo.

Jesús superó la idea de salvación merecida. Se atrevió a relativizar la Ley con gran escándalo de fariseos. Para Jesús había algo más importante que la Ley, el amor.

No quiere decir que da igual hacer esto o lo otro. Dios no se puede poner al servicio de nuestro ego. Todo lo que sea fruto del egoísmo individual queda descartado.

Nadie puede decirte lo que tienes que hacer. Desde tu Ser, lo descubrirás por ti mismo. Si actúas obedeciendo a los demás, caerás en la programación estéril.

 

Fray Marcos