col martell

 

Creo que el Papa Francisco ha proclamado este año del Jubileo de la Esperanza también para que los creyentes puedan limpiar las muchas imágenes distorsionadas de Dios que circulan incluso entre aquellos que decimos creer. Y para que los no creyentes puedan elegir libremente unirse o no, pero confrontarse con el verdadero rostro de Dios, tal como nos lo presenta Jesús de Nazaret.

Estoy convencido de que una vez más el Papa Francisco ha dado en el blanco. Porque varios creyentes corren el riesgo de decir sí a una imagen falsa de Dios, mientras que varios no creyentes corren el riesgo de decir no a un Dios que en realidad no existe, nunca ha existido y nunca existirá. Tengo la impresión de que varios ateos no creen en un Dios en el que yo tampoco creo.

No, nunca creeré en

◾un dios que me acecha en un recodo para pillarme ‘in fraganti’ y vengarse para 'hacérmelo pagar';

◾un dios que disfruta siendo un aguafiestas, que ama el dolor, que juega a condenar, y disfruta 'mandándome' al infierno;

◾un dios que muestra una tarjeta roja a las verdaderas alegrías de sus hijos y no acepta una silla en nuestras fiestas humanas;

◾un dios que se enfada por las muchas 'debilidades' que nos afligen y es incapaz de sonreír ante las tontas travesuras de las que somos capaces;

◾un dios que se deja encapsular en una fórmula teológica, se hace entender sólo por los sabelotodo y no es accesible ni comprensivo con los pequeños y los pobres;

◾un dios que es un abuelo bienhechor o un vejestorio, al que hay que chantajear o del que hay que aprovecharse a la ligera, o que trata con la misma balanza a la víctima y a su verdugo;

◾un dios que es indiferente a las lágrimas de los niños inocentes, a las heridas de las niñas maltratadas, al sufrimiento de los homosexuales burlados o de las mujeres violadas;

◾un dios que es omnipotente, pero no misericordioso, porque de lo contrario podría incinerarme; o que es omnisciente, pero no igualmente benevolente y compasivo, porque de lo contrario su conocimiento de todo sobre mí haría que me cayera mal y me irritara;

◾un dios que me exige fe y apaga mi razón; que se me impone con la evidencia de una «prueba» indiscutible o se impone sobre mí con el peso de una superioridad aplastante;

◾un dios que actúa con nosotros como un padre amo y no en cambio como el celoso guardián de nuestra más sólida y madura libertad y el más feroz colaborador de nuestra más cierta y grande alegría.

Sí, creo

◾en el Dios de la misericordia más generosa, que afirma su grandeza haciendo grandes a sus hijos, empezando por los más pequeños y pobres; que no se complace en asustarme, que se deja llamar «tú»;

◾en el Dios humildísimo de la misericordia, que expresa su omnipotencia reduciéndose a la impotencia por amor, y ha descendido hasta recogernos a todos con los brazos abiertos cuando caemos, y de mirarnos siempre de abajo arriba y no de arriba abajo;

◾en el Dios de la misericordia más gratuita, que en la cruz prefirió mil veces sacrificarse y morir por el hombre antes que ver morir al hombre por él, y que renuncia a salvarse a sí mismo para salvarnos a todos;

◾en el Dios de la misericordia fecundísima, que encuentra su gloria en compartir su vida con nosotros, en defender nuestra alta dignidad, en difundir y compartir con nosotros su exuberante felicidad;

◾en el Dios de la más fiel misericordia, que nunca olvida las palabras de su Hijo: que el sábado es para el hombre, y no el hombre para el sábado; que hay más alegría en dar que en recibir; que no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos;

◾en el Dios de la misericordia siempre más disponible, que prefiere rebajarse a lavarnos los pies antes que vernos rebajarnos a lavarle los suyos;

◾en el Dios de la misericordia más firme, que envía a su Hijo no para juzgar y condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él; que salva incluso a quienes no lo han conocido, pero lo han buscado y servido en los hermanos más pobres y sufrientes;

◾en el Dios de la misericordia más benévola, que no envía a los perros la oveja que ha abandonado el redil, sino que no descansa hasta encontrarla, y cuando la ha encontrado, no la golpea, sino que la carga sobre sus hombros y se alegra más por ésa que por las 99 que quedan en el redil;

◾en el Dios de la más tierna misericordia, que cuando ve a Zaqueo en el sicomoro no lo zarandea ante sus compañeros de aldea, y cuando se encuentra ante la adúltera no la señala para el escarnio público, y en cuanto se ve expuesto a la burla del casero por estar investido de la ternura de la pecadora del pueblo, Jesús no se arredra ante sus caricias;

◾en el Dios de la misericordia más compasiva, que no envió a su Hijo a la tierra para explicar el misterio del mal, sino para compartir el sufrimiento humano, llenarlo de su presencia y transformarlo en un bien infinitamente mayor.

Pero, ¿no es éste el Dios que nos reveló Jesús de Nazaret?

Deseo que los creyentes limpiemos la imagen del Dios en el que creemos los cristianos de todas las incrustaciones que empañan su belleza y opacan su verdad. Y a todos los buscadores de Dios que sean capaces de verlo en el «rostro de la misericordia», el rostro de Jesús de Nazaret.

 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

 

Posdata:

Y deseo que el Papa Francisco, a los 1700 años del Concilio de Nicea (que tuvo lugar entre el 20 de mayo y el 19 de junio de 325) piense en la posibilidad de emprender la tarea de re-formular un Credo recuperando más explícitamente al Jesús de Nazaret de los Evangelios y del Reino de Dios.