"El universo está hecho de historias, no de átomos" (Muriel Rukeyser)
Lc 24, 13-35
_Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos.
-Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: Quédate conosotros..."
4 de mayo, III domingo de Pascua
Una fe que no solo es creencia, sino voluntad en acción. Como la de Justo Gallego en Mejorada del Campo (Madrid), con su catedral extramuros eclesiales, a la que el MOMA de Nueva York dedicó una exposición en 2005. Se dejó alcanzar por Jesús, creyó en él, y juntos están construyendo tan sorprendente monumento.
El encuentro con el resucitado lleva a los de Emaús a una elevación de consciencia que da un nuevo sentido a su vida y a la vida de los demás. El cambio global, avanza Pierre Rabhi, podrá acaecer únicamente por el cambio del hombre. Si el ser humano no lo hace, ninguna otra cosa puede cambiar.
La Iglesia pintó un cuadro de Jesús que, como el protagonista de El retrato de Dorian Gray, lleva dos mil años de pretendido juvenil aspecto. El mal está en su narcisismo, en una excesiva admiración por sí misma hasta el extremo de no desear otra cosa que conservarse para siempre tal y como se pintó a sí misma.
Las razones las da uno de los protagonistas, Lord Henry, de la novela de Oscar Wilde: "...en la Iglesia no se piensa. Un obispo sigue diciendo a los ochenta años lo que a los dieciocho le contaron que tenía que decir, y la consecuencia lógica es que siempre tiene un aspecto delicioso".
En el dictamen médico, "degeneración macular asociada a la edad, que impide al ojo sensibilidad a la luz": la de Jesús, la de todas las cosas, que a través de él la han recibido. Sus pecados –los de acción y omisión, los de negarse a mirar su propia imagen- la han ido envejeciendo hasta impedir reconocerla en nuestros días.
Pero hay una alquimia invisible que nos une en la fe -y en las manos-, que produce el milagro de mover catedrales. Porque aunque se hace tarde y el día va de caída, Jesús siempre se queda con nosotros. Juntos reconstruiremos la Iglesia de Francisco, en cuya estructura La Ley, el Orden, la Moral y las Verdades no sirven ya como fundamentos sólidos del nuevo edificio. La poetisa Muriel lo cantó en este poema:
"A esto lleva el tiempo.
Dilo, dilo:
El universo está hecho de historias,
no de átomos"
Hay que rescatar las piedras angulares que en un aciago día desecharon los antiguos arquitectos: los Valores, el Amor, la Compasión, y aquello de lo que hicisteis a uno de estos más pequeños, me lo hicisteis a mi. Dijo el Papa: "Quien se acerca a la Iglesia debe encontrar puertas abiertas y no fiscales de la fe".
Son las piedras labradas por manos obreras –historias de hechos- en los talleres de las primeras comunidades cristianas, bajo la dirección técnica de Jesús. Menos visibles que las de la Letra –que esclaviza- pero también más esplendentes porque liberan. Pedro dice en 2, 5, a los primeros cristianos: "también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de un templo espiritual y formáis un sacerdocio santo, que ofrece sacrificios espirituales aceptables a Dios..."
Será un hogar común, ajeno a montes que separan ni fronteras. Como lo anunció Jesús a la samaritana: "Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se adorará al Padre. Como lo manifestó Mahoma: "La tierra entera es una mezquita". Como lo ha concebido la mística.
Será ese templo, figura de mujer –Aphrodite Kallipygos, "la de las bellas nalgas"- que, a modo de catedral, esculpió en verso Saramago. Una hermosa manera de humanizar en lo mejor –lo femenino- la catedral del mundo, que la fe planifica y el amor mueve hacia arriba.
ESTUDIO DE DESNUDO
Esa línea que nace de tus hombros,
Que se prolonga en brazos, después mano,
Esos círculos tangentes, geminados,
Cuyo centro en cono se resuelve,
Agudamente erguidos hacia los labios
Que ansiosos de los tuyos se desprenden.
Esas dos parábolas que te encierran
En el quebrar ondulado de cintura,
Las calipigias cicloides superpuestas
Al trazo de las columnas invertidas:
Tibios muslos de líneas envolventes,
Torneada espiral que no se extingue.
Esa curva tan suave que dibuja
Sobre tu vientre un arco reposado,
Ese triángulo oscuro que fulgura,
Camino y sello de la puerta de tu cuerpo,
Donde el estudio que de desnudo hago
Se transforma en cuadro terminado.
José Saramago
Vicente Martínez